David había decidido pasar la noche afuera, lejos de Soleil, para no darle una excusa más de manipulación, por lo que pidió otra habitación cercana.

Él se sentó junto a la ventana, pensando en alguna manera de salir de esto, de romper de una vez por todas con ese matrimonio arreglado que él ya había aceptado y así poder volver con Mari, para protegerla, en vez de causarle más preocupaciones.

Era de madrugada, la ciudad se veía completamente apagada, pero él no había podido dormir, solo pensaba en Mari, en que no había podido volver con ella esa noche por un espectáculo que le hizo Soleil haciéndose pasar por desahuciada.

Pero, aun así, él quería verla, quería estar con Mari, aunque sea por un rato.

— No puedo quedarme aquí… — Susurró David, levantándose de la silla para tomar su abrigo y sus llaves.

Y justo cuando él iba saliendo de la habitación, escuchó unos gritos que provenían de la habitación de Soleil.

David se acercó rápidamente.

— ¿Qué está pasando aquí? — Preguntó Dav