El camión frenó frente a un estadio de fútbol ¿?
En ese momento se abrieron las puertas y comenzó a salir una batahola de gente.
Allí no hubo un partido de fútbol, hubo un recital de rock y a juzgar por la vestimenta, casi toda negra, de todos los jóvenes que salían empujándose unos a otros, era de música tipo Hard Rock.
Sus peinados eran raros, pero él entendía que la mayoría eran adolescentes.
Sus compañeros comenzaron a pedir identificaciones a los jóvenes que pasaban a su lado.
De pronto todo se descontrolo, hubo cánticos contra ellos, y hubo quién no aguantó esa especie de provocación, hubo muchas corridas y los militares parecían tener premio por quién cazaba la mayor cantidad de personas.
Dejó de ver a Germán, ninguno de los dos estaba para eso.
Nuestro psicólogo no iba a detener a nadie, menos por no tener documentos, porque se sabía que en los recitales de ese tipo, se lleva la mínima cantidad de cosas posibles, es que entre tanto salto, bailes y apretones, se perdía todo.
Caminó unos cuantos metros, para alejarse del centro de la
Las corridas seguían, había gente que se caía por correr, y Alejandro, vio con horror, como algunos de sus camaradas, golpeaban a los adolescentes que estaban completamente desarmados.
-Esta no es la misión para conocer a la dichosa mujer.
Pensó, sin poder hacer nada para salvar a las “víctimas” de tal abuso de autoridad militar.
Aunque eso se veía en todas partes, incluso en su propio mundo.
¿Ya había asumido que estaba en otra dimensión?
Fue cuando una joven adolescente, no tendría más allá de 17 o 18 años, por correr sin mirar, quizás muerta de miedo, se lo llevó por delante.
Alejandro, instintivamente, la atrapó en sus brazos, lo hizo para que no se cayera.
-¡Señor, no hice nada! ¡Déjeme ir, por favor!
El joven psicólogo olió el cabello de la joven, era una mezcla de aromas, olía a coco y vainilla, a humo de cigarrillo y a marih**a, posiblemente se le había pegado dentro del recital.
Sin embargo no pudo evitar preguntar, aún sin soltarla.
-¿Te drogás?
Su tono fue grave, pero no la quiso acusar.
-Yo… no… no lo hago.
Alejandro negó con la cabeza, porque se dio cuenta de la mentira de ella.
-Sos muy joven para drogarte.
-¡No me drogo!
Insistió, haciendo un puchero y con los ojos llenos de lágrimas.
Los tenía bastante colorados.
-Linda, la marih**a termina siendo un vicio que no te lleva a ningún lado.
-¡No hice nada!
-¡No te acusé de nada!
Dijo perdiendo la paciencia, eso era muy raro en él, ya que como psicólogo aprendió a controlarse, para manejar, los sentimientos de sus pacientes.
En ese instante, pasaban cerca suyo dos de los uniformados que estaban con él en el camión.
La intención de Alejandro, era dejarla ir, porque él también sabía que ella no había hecho absolutamente nada, a lo sumo le debe haber dado un par de pitadas a uno de esos “cigarrillos” y si la detenía, eran muchos los problemas que le traería a esta adolescente.
-Tengo que registrarte.
Le dijo cuando sus dos compañeros pasaron a su lado.
-Señor…
La chica seguía conteniendo sus lágrimas.
-¡Contra la pared!
Ordenó con voz alta y firme, viendo que la mayoría de los colegas estaba diciendo eso.
Comenzó a palparla, con cuidado para no acosarla, pero al sentir la estrechez de su cuerpo, Alejandro sintió un fuerte sacudón y posó sus manos en la pequeña cintura de la chica.
Un incontrolable deseo de besarla, se adueñó de él.
Sus manos subieron por el costado del cuerpo de la chica, hasta chocarse con sus pechos.
Me desconozco, esta mujer me está volviendo loco y es casi una criatura… Hace bastante que no tengo sexo y a eso se le suman todas las
Es una excusa…
Seguía pensando Alejandro.
Lo cierto es que se veía a sí mismo descontrola y sin voluntad para alejar sus manos de la adolescente que en principio lo miraba aterrado y en ese momento, parecía retarlo a que la besara.
Alejandro estaba tratando de encontrarle sentido a lo que le estaba sucediendo.
No pensó que eso podía ser una señal…
Sin ánimo de hacer uso de su voluntad, sus manos siguieron su camino y se encontró estrujando el pecho de esa muchacha, con ansias desconocidas.
Siguiendo con su incoherencia, asaltó los labios de la desconocida y con hambre, le buscó hasta el último hueco de su deliciosa boca.
Tardó unos cuantos minutos en dejar de besarla.
Estaba encendido como nunca antes lo había estado en su vida.
Se separó de la joven, porque se dio cuenta de que no estaba allí para divertirse, no para pasar un momento más que agradable con ella.
No era una conquista, ni siquiera una amiga.
-Perdón.
Murmuró mirándola a los ojos, fue cuando se dio cuenta de lo atrayente de su mirada, del paraíso que le parecía el color de sus ojos.
-¿Perdón?
Murmuró ella.
-Te lo pido de verdad.
-Sí, claro.
Le contestó con sarcasmo.
-¿Cómo te llamás?
Ella lo pensó por un momento antes de decir su nombre, primero barajó la posibilidad de dar un nombre falso, esa idea la descartó, porque si llegaban a averiguar su verdadera identidad, sus problemas iban a ser mayores.
-Rebeca.
Susurró.
Al hacerlo, sus alientos se confundieron nuevamente y Alejandro volvió a besarla, disfrutando de la miel de esos deliciosos labios.
-Nena…
Le dijo en un gemido, mientras sus manos no podían alejarse del cuerpo de Rebeca.
La diferencia es que ella, en esta ocasión, sí le devolvió el beso.
A Alejandro le hervía la sangre que corría por sus venas.
Él no supo cuánto tiempo estuvo besándola, se separó cuando alguien tocó su hombre.
-Terminamos.
Le indicó uno de sus compañeros.
-¿La llevás?
Le preguntó refiriéndose a que iba a hacer con Rebeca.
Él la miró, pero sin dudas le contestó a su par.
-No, no, dejala ir.
El otro soldado se adelantó unos pasos y Alejandro aprovechó para preguntarle su apellido.
Ella, sin contestarle, se alejó corriendo.
Nuestro psicólogo emparejó sus pasos con el otro soldado.
-Me gusta tu estilo, es una belleza esa mocosa.
Por un momento se sintió avergonzado por su actitud, pero lo disimuló.
-Gracias, sí, era bonita.
Dijo con cierta indiferencia.
Subieron al camión y dando por cumplida esa tarea, a la que Alejandro no le encontró sentido, se retiraron del lugar.
Más tarde se enteró que lograron dar con dos distribuidores de droga, bastantes importantes.
Tal vez esa era la misión, pero él al no estar enterado, pretendió mantenerse al margen, hasta que se cruzó con esa belleza de mujer.
Tampoco quiso hacer abuso de poder, pero no estaba arrepentido de haber saboreado esos labios de miel.
Pasaron unos días y Alejandro seguía recordando a Rebeca, pero sin pensar en que esa atracción fue un shock imposible de detener, siguió adelante con su nueva vida.
Adaptándose a sus nuevas tareas y compartiendo la mayoría de sus actividades con Germán.
Por su parte, Rebeca, entró a su hogar con mucho sigilo.
Abrió con cuidado la puerta de la calle y al no ver a nadie, respiró con tranquilidad.
Distinta fue la situación cuando abrió la puerta de su dormitorio.
-Te estaba esperando.
Le dijo su hermana Alicia, se asustó por un momento, pero en el fondo sabía que con la única persona con la que contaba, era precisamente, Alicia.
-No voy a acusarte, pero sabés las consecuencias si te descubren.
-Solamente fui a un recital de rock.
-Guardá tu rebeldía para usarla en momentos más comprometidos.
La adolescente pensó que todos sus momentos eran comprometidos.
Siempre sintió que salvo Alicia, los demás integrantes de su familia, la odiaban y nunca supo porqué…
Hasta qué, por casualidad, se enteró del porqué de tanto odio y desprecio.
Sin querer escuchó una conversación, que le aclaró todas sus dudas.
Flash Back
-¿Podés creer? Se peleó con ese novio que tenía, que es lo único bueno que hizo en su vida.
Escuchó la voz de su madre y supo que se refería a ella.
-Es verdad, al menos hubiésemos sacado algo de provecho si se casaban.
Contestó su Aldana, a Rebeca no le asombraron las palabras de ninguna de las dos.
-Te juro que repaso mil veces la situación y siento que alguien nos traicionó.
Rebeca comenzó a prestar atención, porque no sabía de qué estaba hablando su madre.
-Fue fácil en el momento, porque ella tomó la mano de Alicia.
-¿Nos habremos equivocado de niña?
¿Equivocarse de niña? ¿De qué estaba hablando su madre?
Oliver desapareció, no cobramos los servicios y nos quedamos con el clavo que es Rebeca.
Un frío espantoso recorrió la espalda de Rebeca.
¿La habían raptado?
¿Ellas no eran su familia?
¿Por eso tanto odio?
-¿Pensás que mataron a Oliver porque nosotras extrajimos a una niña equivocada?
Esa palabra llamó la atención de Rebeca, pero estaba seguro que la usaron como sinónimo de rapto.
-No sé qué pensar, pero nos jugamos en ese momento, porque no sabíamos si íbamos a poder volver, no cobramos nada y nos quedamos con el clavo.
Se dirigían a ella como un clavo.
Comprendió todo el desprecio y la falta de amor.
-Y encima desperdicia la oportunidad de escalar socialmente.
-Esa es la influencia de la estúpida de Alicia, que cree en la dignidad y la estupidez del amor ¡Cómo si existiera el amor y la dignidad sin dinero!
Las palabras de su “hermana mayor” a esta altura, las esperaba.
Rebeca pensó que en algún lado tenía una familia de verdad, que la debe haber llorado toda la vida, la angustia, el resentimiento y sobre todo, un dolor muy fuerte, se apoderó de su alma.
Fin del Flash Back.