Ambos se miraron, así como en el instructivo, cada uno de ellos 2 sabían la historia por separado, aunque en este caso, el que tenía la misión concreta, era Alejandro y Germán estaba para protegerlo, para ser su seguridad personal, pero aun no le había dicho a su amigo, que él se hallaba allí solamente para cuidar sus espaldas.
De todos modos, Germán era un militar más, en una misión y apreciaba mucho a Alejandro.
Él era enfermero, y estaba estudiando medicina, solamente esperaba poder seguir haciéndolo en la otra dimensión o adonde quiera que fueran, él no creía mucho en todo eso.
Quizás los lleven a dar una vuelta, los duerman con alguna droga y aparezcan en algún otro barrio, otra ciudad u otro país…
Todo era muy raro y los dos incrédulos muchachos luego de un suspiro que no decía nada y significaba mucho, pusieron un pie en esa extraordinaria escalera.
Comenzaron a subir, pero pronto no sabían si estaban subiendo o bajando y fueron chapados por una fuerza que parecía centrífuga.
¿Qué estaba sucediendo?
Sin poder explicar qué había sucedido, Alejandro abrió los ojos y miró a su alrededor.
Germán estaba a su lado.
¿Se hallaban en un avión?
No era un avión normal, era un avión militar, de esos en los que viajaban unas pocas personas.
Estaban amarrados con muchos arnés hechos de soga, a las paredes de esa nave.
Él había viajado varias veces en ese tipo de vehículos, que no parecían ni siquiera seguros, ya que filtraba el ruido exterior y se sacudía como un lavarropas centrifugado.
Sin embargo debía ser seguro, mucho más que un avión comercial, aunque también más incómodo.
No podía precisar cuánto tiempo estuvo observando todo hasta que Germán abrió los ojos.
-¿Qué?
Le preguntó el chofer de Venegas.
-No tengo la puta idea de dónde estamos.
-Al parecer estamos volando.
-Muy gracioso.
-Eso siempre…
Germán se movía inquieto.
-¿Hace cuanto estamos viajando?
Le preguntó a Alejandro.
-No lo sé, no puedo ni calcular el tiempo.
-En estos malditos aviones el baño es precario o no existe.
-En este caso parece que es precario.
Dijo señalando un rincón que tenía una pared que no llegaba a dos metros de altura y de ancho no tenía ni un metro.
Germán, deslizando sus pies con cuidado y agarrándose muy fuerte de las sogas, se dirigió al improvisado baño.
Alejandro imitó a su compañero, tenía razón Germán, esos baños eran casi improvisados, pero podían ser peor.
Ellos, a pesar de sus títulos, recibían entrenamiento militar estricto.
Algunas veces han pasado una semana en lugares inhóspitos, para evaluar la temple en momentos cuyos resultados no dependía de ellos y todo escaba de sus manos.
Tanto Alejandro como Germán se preguntaban qué sentido tenía pasar por ese tipo de entrenamiento.
Luego de estar los dos en silencio por un largo rato, el estudiante de medicina interrumpió ese silencio, que no era tal, ya que el ruido de los motores de la nave sonaba bastante alto.
-Soy tu custodio.
-¿Qué?
Alejandro estaba confundido por las palabras de su amigo.
-Supongo que esta misión estaba programada desde hacía tiempo, por eso entrenamos varias veces juntos.
-Supongo.
-Venegas me envió para ser tu custodia, o al menos cuidar tu espalda.
-Eso no tiene sentido.
El psicólogo se quedó pensando cuánto había de verdad y cuánto de mentira en el relato de Venegas.
Tal vez no había mentiras, pero estaba seguro de que tampoco le había dicho toda la verdad.
-Tengo entendido que volvemos cuando rescates al objetivo.
-¡No sé quién es el puto objetivo!
Explotó con bronca.
-Esto va a llevar tiempo.
Dijo Germán, casi resignado.
-Posiblemente.
En realidad no tenía idea.
Descendieron, la nave aterrizó, casi con suavidad y parecía increíble que ese aparato, aparentemente tosco, tuviera las herramientas para no sentir el descenso ni el aterrizaje.
Ambos se pararon, casi no estaban cansados, pero ambos estaban muy ansiosos, al parecer iban a estar siempre juntos…
Alejandro sabía que su compañero, era experto en armas, siempre fue el más rápido en los entrenamientos, pero de ahí a ser su custodio…
Eso era tan ridículo como toda la misión.
¡Mujer predeterminada!
Fue lo más inverosímil que escucho y eso que en las últimas horas no había escuchado más que chácharas, manipulaciones y cosas más que extrañas.
Al poner un pie en el suelo, se les acercaron una docena de hombres, todos armados hasta los dientes.
¿Dónde m****a estoy?
Se preguntó Alejandro y por la expresión de Germán, supo que se estaba preguntando lo mismo.
Ambos miraban todo con cuidado, aunque disimuladamente, querían retener en su mente, la mayor cantidad de detalles de lo que había a su alrededor, luego compararían lo que ambos observaron, eso solían hacer en esas semanas que cada tanto les tocaba compartir juntos.
Alejandro tuvo la certeza de que en esas oportunidades, los estaban preparando para esta misión.
-Señores.
Los soldados les hicieron una venia a la que ellos respondieron.
Estaban dentro de lo que parecía un centro militar, tan grande como en donde ellos vivían.
Este se veía distinto, todo era color celeste y verde oscuro, de donde venían, los colores distintivos eran grises y amarillos.
Sin decir palabras, comenzaron a caminar, dejándolos en medio del grupo.
A nuestro psicólogo le dio la sensación de que estaban siendo arrestados.
Llegaron a un edificio sumamente lujoso, tanto que se sorprendieron.
Inmediatamente aparecieron varios pasillos, escaleras, ascensores, ellos seguían caminando detrás de dos hombres, que hacían todo como autómatas.
Detrás de ellos solamente habían quedado dos soldados más, el resto, Alejandro, no estaba seguro en que pasillo se habían perdido.
Llegaron a una oficina en la que había una docena de escritorios, con hombres y mujeres que trabajaban concentrados, sin levantar la cabeza.
Uno de los oficiales golpeó una puerta, que se abrió inmediatamente, entonces, dando un paso al costado, les indicó que entraran.
-Señor.
Ambos saludaron haciendo una venia.
Su posición era la de militar ante un superior.
-Descansen soldados.
Dijo el General que tenían frente a ellos.
-Soy el Jefe del Estado Mayor, General Lautaro Moreno.
-Señor.
Aunque ambos eran informales, volvieron a hacer su saludo militar, para demostrar respeto.
-Me gusta la actitud de ambos, lástima que solamente están prestados para esta misión.
-Gracias, General.
-Tomen asiento.
Ellos no hicieron repetir la orden.
-Hablé con el Brigadier General Venegas, quién los plató acá, si realmente logran completar la misión con éxito, van a lograr la estrella más prestigiosa en su dimensión, pero… no solamente tienen que rescatar a… su objetivo, también tienen que entregar a la cabeza del espionaje, es decir, quién ideó el secuestro de esa persona tan esencial.
Lautaro Moreno tampoco hablaba claro, pero al parecer, les había agregado una misión extra.
¿O eso también estaba predeterminado.
-Señores, mi intención solamente era conocerlos, y decirles que nadie es extraterrestre, todos somos iguales, con carnes, huesos y sangre corriendo por nuestras venas, por lo que Germán, ya tenés toda la documentación para cursar las pocas materias que te faltan para terminar tu carrera de medicina, es en el único momento en que se va a alejar entre ustedes, en el momento en que Germán cursa, vos, Alejandro, vas a
estar atendiendo pacientes, te vas a integrar al departamento de psicología, como jefe de área, aunque vas a atender X cantidad de pacientes por día, podés hacer maestrías, u otra carrera y recordá que nadie se puede enterar que estás custodiado.
Alejandro estaba asombrado.
-Van a vivir fuera de la base, aunque en un barrio cerrado, dónde todos son militares, nadie, absolutamente nadie, sabe sobre la misión, tal vez haya algún infiltrado en nuestras fuerzas, van a seguir entrenando, es imprescindible que se mantengan en el mejor estado posible y si es necesario, van a salir en misiones militares.
-¿Misiones?¿Qué clase de misiones?
Se atrevió a preguntar Alejandro.
-Vas a conocer a tu objetivo, está en vos reconocerla, aunque al ser tu mujer predeterminada, lo vas a hacer sin problema.
Eso puso muy nervioso a Alejandro.
¿Estaría soñando?
-Van a trabajar en el mismo centro médico, lo demás está en sus manos.
El General, sin más explicaciones, se paró y ambos hicieron lo mismo.
Los llevaron hasta el barrio privado en dónde iban a vivir, cada uno disponía de su propia vivienda, aunque no eran enormes, pero estaban una al lado de otra, estaban separadas por un jardín.
Las casas eran similares, en realidad todas las casas de ese barrio lo eran, aunque cada una tenía algo que la distinguía de otras.
-¿Soy tu custodio o tu compañero de juergas?
Preguntó jocoso Germán.
-Al parecer te voy a tener que aguantar hasta cuando vaya al baño.
Le respondió Alejandro en el mismo todo.
Cada uno en su casa, se encontró con sus pertenencias y hasta con un auto en el garaje.
A cada instante todo se volvía más extraño.
Ya se habían acomodada, ya que casi no tenían nada que hacer, Alejandro abrió la heladera y luego de prepararse un sándwich y tomar por fin, su lata de cerveza, se acostó, creyendo que no iba a poder dormir, sin embargo, se durmió inmediatamente.
Se despertó pensando en el sueño raro que había tenido…
Cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que no había sido un sueño.
Estuvo todo el día esperando instrucciones que no llegaron.
Estaba charlando con Germán, en el patio delantero de su casa, cuando apareció un camión militar, no se asombró cuando frenó delante de su domicilio.
Se asombró cuando uno de los uniformados se bajó y les extendió uniformes y armas.
-Señores, la misión de hoy nos está esperando.
Vaya que es rápido, posiblemente hoy conozca a mi objetivo.
¿Años?
Si hoy la conozco, la rescato y pronto se terminará este sueño loco, quizás alguien se ponga anteojos negros y me borre la memoria, pensó Alejandro, recordando una famosa película.
Ambos se montaron al camión que los iba a trasladar quién sabe a qué lugar.