Rebeca pensó en preguntarle a Alicia sobre la conversación que escuchó, pero sabía que la iba a comprometer y sabía que no se lo merecía.
Lo mejor era esperar dos meses más, cuando se suponía que llegaría a la mayoría de edad y huir de allí, no lo hacía en ese momento, porque si la encontraban, las consecuencias iban a destrozar su vida, ella conocía perfectamente la frialdad de Adolfo y Rita, sus padres adoptivos y esa frialdad se volvía un témpano de hielo si era Aldana de la que se hablaba.
-No te preocupes, Ali, no se enteraron, ahora me voy a dormir… Te quiero mucho… hermanita.
Le dijo con algo de resentimiento, porque Alicia, aunque era adolescente en el momento en que la raptaron y posiblemente no podía decidir nada, fue quién la tomó de la mano y la apartó de su vida, que seguramente hubiera sido mucho mejor que la que vivió hasta ese momento.
Desde que escuchó esa conversación, trataba de recordar qué había sucedido y no podía aseverar nada, no podía recordar y lo único que su mente traicionera veía, era mucho humo y una escalera mecánica.
Siempre llegaba al mismo punto…
Lo que la desconcertaba era que, desde pequeña, muchas veces soñaba con una escalera mecánica y estar de la mano de Alicia, siempre lo relacionó a alguna salida que pudo haber tenido con su hermana.
Rebeca s sacó hasta la última gota de ese maquillaje negro, de estilo tan Dark como la banda que había ido a ver…
Se tapó y al cerrar los ojos, recordó los besos que recibió esa noche…
Hasta se había olvidado de la banda que fue a ver, su favorita, y por la cual se atrevió a escaparse de su casa.
Parecía que los besos de ese soldado seguían quemando su piel, porque sí, se la quemó, la hizo arder de pasión, como jamás le había sucedido en su vida, ni siquiera con Alberto, su exnovio, había sentido.
Con una mano se acarició la boca, recordando el sabor de esa boca loca e impetuosa.
Fue una situación casi desopilante.
Su pecho estaba agitado y sus pezones estaba tan duros como lo estuvieron al sentir esas manos estrujándolos, sin pensarlo dos veces y con la oscuridad de la noche como socia silenciosa, se llevó la mano a su intimidad, acariciando su pelvis, y deslizando sus dedos hacía el clítoris, comenzó a restregarlo, con fuerza, sintiendo un placer absoluto, mientras seguía recordando ese aliento que la excitó hasta la médula.
Por un momento abandonó su intimidad y con sus manos, apretó sus pezones con fuerza, estirándolos, mientras se mordía los labios para no gritar.
Sintiendo que ardía de deseo por ese soldado desconocido, volvió a llevar una de sus manos al clítoris, pero ya no le alcanzaba con eso, necesita más, quería sentir algo dentro suyo e introdujo dos dedos, y los movió cada vez con más rapidez y más fuerza, envuelta en una lujuria casi imposible de describir, comenzó a sentir que la invadía un salvaje y potente orgasmo, maldiciendo por estar sola, y queriendo sentir muy dentro suyo, el miembro caliente de ese soldado, ese miembro que sintió en su estómago cuando él la tenía en sus brazos y estrujaba su cuerpo.
-Sí, sí, sí…
Susurró mientras que de su vagina se escurría un líquido que decía cuán excitada estaba.
M****a, no me tranquilicé, estaría así toda la noche, añorando estar en los poderosos brazos de ese espécimen masculino.
Es el hombre que me encantaría tener por siempre.
Pensó mientras decidía si seguir masturbándose o dormir.
Ganó Morfeo.
Rebeca se despertó pensando en que el sueño que tuvo, aunque repetitivo, era más raro que los que guardaba en su memoria.
A esa escalera con humo se le sumaba aviones pintados de gris y amarillo, y parecían naves de guerra, una mujer que se reía y ni siquiera sabía por qué, en su sueño había un centro comercial, mucha gente y parecía que esa mujer era sumamente elegante, llevaba un tapado de piel, largo y era muy delgada.
A todo eso se le sumó la cara del soldado que la besó como si en eso le fuera la vida.
Nuevamente se llevó una mano a sus labios y volvió a sentir el calor de esa boca que la volvió completamente loca.
- ¡Se te hace tarde!
Dijo su “madre” abriendo la puerta.
-Sos la misma vaga de siempre, nos vas a dejar mal en el trabajo, esa gente nos conoce.
-Es temprano aún, no te preocupes.
- ¿Decís eso? ¡No sabés hacer nada bien!
Dijo Rita, levantando la voz.
- ¿Qué está pasando acá?
Rebeca escuchó la voz de Hugo, su padre, que empujaba la puerta, furioso con ese odio que siempre le demostraba.
-Nada…
Se atrevió a decir.
- ¿Nada? Esta vaga no quiere ir a trabajar.
La acusó Rita.
- ¡Te voy a disciplinar a vos!
Hugo se adelantó y sobre la bella cara de Rebeca, le cruzó un revés, partiendo su boca y haciendo que ella cayera al suelo, mientras que la sangre salía a borbotones.
Sin otra palabra, el hombre salió, azotando la puerta, Rita fue detrás suyo.
- ¿Por qué la lastimaste? Ahora le sale sangre y esa sangre nos puede contaminar, nos es pura.
Eso, la adolescente, lo escuchó perfectamente.
- ¿Ahora decís eso? ¿Para qué hacés tanto alboroto entonces? Sabés que voy a acercarme y sabés como reacciono, vos siempre generás todo.
-No es así.
-Siempre es así, arruinaste mi vida, trajiste a esa forastera y estoy seguro de que agarraste a la primera que te se cruzó, todo por hacer lo que Arsenio te dice.
-Arsenio es tu amigo.
- ¡Arsenio es tu amante!
Rebeca, desde el baño donde se estaba higienizando y limpiando la herida, seguía escuchando la conversación, que por otro lado eran puros gritos.
Escuchó golpes y más gritos, estaba segura de que ellos se estaban tirando con lo que encontraban, Hugo era un hombre físicamente grandote y Rita, aunque era alta, y el tiempo le brindó algunos kilos demás, no muchos, seguía siendo un blanco fácil para el hombre.
Rebeca pensó en acudir a ayudar a Rita, pero estaba segura de que, si iba, era ella quién ocuparía el lugar de Rita para recibir golpes y hasta la mujer se sumaría, seguramente terminaría, con suerte, en el hospital.
Como pudo, se vistió y salió, sin que la vieran, por la puerta que daba a un largo pasillo, que desembocaba en la calle del costado.
- ¿Otra vez?
Le preguntó Margarita, la dueña del taller en dónde ella trabajaba.
-Me golpeé, soy torpe…
Contestó, sin importarle que no le creyera.
-Niña…
La mujer la abrazó y ella rompió en llanto.
-Chiquita, no podés seguir así.
-Son mis padres.
Dijo, creyendo su propia mentira.
-Eso no les da derecho a lastimarte así.
-No te preocupes y sobre todo, no le cuentes a nadie, no te metas, no digas nada.
-Esto no me gusta nada.
-Margarita, es peligroso para vos, no quiero que te lastime.
-A mí, nada me va a pasar.
Rebeca pensó que Margarita estaba equivocada. muy equivocada.
Sin saber qué camino tomar, ni que decir para convencer a esa mujer de que no diga ni haga nada.
Ella tenía miedo…
-Si mi padre se entera que hablé con vos, me mata.
Confesó.
-Tiene armas, sabés que es militar.
-Quedate tranquila.
-Gracias.
Al llegar a su casa, lo hizo con miedo, pensando en que iba a recibir alguna golpiza de parte de Rita, ya que Hugo a esa hora, se perdía en los bares en los que estaba bebiendo y apostando, hasta bien entrada la noche, cuando apenas podía caminar, por la borrachera que llevaba encima, llegaba a su casa, si podía, comía, si no, como podía, se iba a su habitación.
Escuchó la voz de Aldana y Rebeca pensó que ese día los problemas no se iban a terminar.
-Hola Rebeca.
La joven se quedó sin palabras, ya que su hermana mayor fue casi amable al saludarla.
-B… Buenas noches.
-Tratá de no generar más estas situaciones.
La adolescente estaba a punto de estallar.
¿Situaciones? ¿Ella generaba situaciones?
-Te juro que no era tarde.
Estaba segura de que su hermana lo sabía y también Rita.
-Ya hablé con papá, para que no te lastime, no podés salir a la calle así, los vecinos van a hablar.
¡Era por eso!
-Mamá terminó golpeada, vine a ayudarla, ahora hacé la comida, luego lavá los platos, ordená y limpiá la casa.
Eso era ella…
Sin volver a hablar, comenzó a hacer lo que su hermana mayor le ordenó.
Pasaron los días, con muchos maltratos.
Su trabajo y las tareas del hogar se llevaban todo su tiempo, ella seguía contando los días para desaparecer de esa casa.
Llegó su mayoría de edad, pero sin un peso, ya que aportaba casi todo lo que ganaba en su hogar y sin tener adónde ir, decidió aguantar un poquito más, organizarse, buscar un lugar, estar segura, porque estaba segura de que, si daba algún paso en falso, Hugo iba a mover algún contacto y la iban a detener o matar…
Aprendió a desconfiar de todos, solamente había dos personas en las que confiaba, una era Margarita y la otra persona era Viviana Deloz, aunque a nadie le había contado que ella era” adoptada”.
A sus tareas diarias, se le sumó cursar en la facultad, Rebeca soñaba con ser una gran diseñadora de modas.
Tenía proyectos para su vida, quería enderezar su destino.
Para todos era una chica sin complicaciones en su vida, si todos supieran lo que ella guardaba y sentía…
Tantas madrugadas, con sus sueños repetitivos, era como caminar en un desierto profundo, sin saber adónde ir.