Rebeca trabajaba más que nunca, pero en su casa seguía aportando la misma cantidad de dinero, porque cada mes separaba una cantidad que iba a parar a sus ahorros personales.
Temía el día que le dieran el ascenso a su marido y éste no le permitiera trabajar.
Su panza se iba agrandando y la indiferencia de Camilo, aumentando, al menos no la golpeaba, a veces parecía que estaba muy ocupado con algún asunto fuera de su casa, pero Rebeca no tenía celos, al contrario, estaba más tranquila que de costumbre, hasta que día a día, Camilo se fue calmando con su maltrato, no la trataba muy bien, pero era soportable estar allí.
Rebeca no conocía nada mejor, salvo el trato de Margarita, que siempre le demostró su cariño y el de Viviana con su lealtad de amiga.
-No veo la hora de que nazca tu hijo.
Ante ese comentario, Rebeca se sobresaltó, ella sabía que el padre de su hijo era desconocido que le robó el alma.
- ¿Estás ilusionado?
Le preguntó sin pensar demasiado.
- ¿Ilusionado? ¿Por tu hijo?
Rebe