Aaron
El tintineo del champán aún resuena en mis oídos cuando dejamos la villa. La lluvia, fina como una bruma de plata, cubre los adoquines de reflejos cambiantes. El chofer abre la puerta del coche negro. Fleure se sienta a mi derecha, con la espalda recta, las manos cruzadas sobre su vestido, la apariencia de una estatua que ninguna emoción atraviesa.
Cierro la puerta, y el mundo exterior se desvanece. Silencio. Solo el ronroneo del motor. La miro. Su perfil es una línea nítida contra la ventana empañada.
— No vamos a volver, digo finalmente. Ella gira ligeramente la cabeza, con una ceja levantada. ¿No? He reservado una suite en el Grand Palace. Hago una pausa, buscando una formulación menos brusca. …Por la noche.
Un estremecimiento recorre su rostro, apenas perceptible. Una luna de miel, entonces, constata con tono neutral. Una noche oficial. Nada más. No puedo evitar una media sonrisa amarga.
— El decorado exigido por la obra que estamos interpretando.
Ella no responde. Sin e