Capítulo veintitrés 23
Ella se aferró a su cuello, acurrucándose contra su pecho. No iba a desaprovechar aquel momento, que para ella era lo más cerca que había estado de él.

—Yo te cuidaré —añadió él—. Pero deja de llorar; solo empeorarás el dolor.

Aunque el malestar en su espalda era leve, Lena exageró, quejándose con un gemido lamentoso. Bruno la meció suavemente y salió del hospital cargándola, mientras su asistente se ocupaba del papeleo.

En el apartamento Bruno la acostó en su cama y le dio un analgésico para el dolor. Luego, se dirigió a la cocina y llamó a su padre.

—Está bien, solo tiene algunos moretones. No es necesario que vengan.

Después de colgarle a Ricardo, marcó el número de su hermana y le conto lo sucedido con su esposa.

—Hermano, voy para allá. Quiero verla —insistió ella al otro lado de la línea.

—No la molestes; necesita descansar —respondió Bruno, con voz autoritaria.

—Está bien. Mañana la llamaré. Y tú, pórtate bien con ella, ¿entendido? No seas un cabrón —le advirtió, colgando la lla
Yun Leben

Esa lena cayo redondida, sin saber que le espera...

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