Dos semanas después, Bruno entraba en Dransen con la excusa de revisar el avance del proyecto del Complejo Urbanístico Blue City. Pero, en realidad, su mente estaba en otra parte. «¿Por qué me obsesiona estar cerca de esta mujer?», se preguntaba a sí mismo, mientras fingía interés en los informes que Alara le presentaba con profesionalismo.
Ella, en cambio, mantenía una expresión neutra. Hablaba con frialdad, y con el ceño fruncido y los labios apretados, dejando claro su molestia.
La reunión transcurría en la oficina de Alara con los planos desplegados en el escritorio. Ella explicaba detalles técnicos cuando su teléfono vibró insistentemente. Lo tomó del escritorio y, al ver la pantalla, dijo:
—Disculpa, es de la obra.
Se llevó el móvil al oído y atendió con voz tensa:
—¿Hola?
—Alara, soy Douglas. Los cálculos no cuadran con los pilares del nivel tres. Hay riesgo de colapso si seguimos así. Necesitamos que vengas con urgencia; no avanzaremos hasta que llegues —dijo el encargado de o