Capítulo 31

Había pasado ya media hora desde que el doctor comenzó a atender a José, y los chicos aún no regresaban.

Daba vueltas impaciente en la sala, mientras Fara permanecía sentada en la escalera, frotando sus manos con nerviosismo.

La puerta se abrió de golpe, y ambos entraron completamente sucios. Fara se puso de pie de inmediato y se acercó a ellos.

—¿Qué sucedió? —preguntó ansiosa—. ¿Pudieron ver de quién se trataba?

—No vimos a nadie —respondió Damián, negando con la cabeza—. Mientras patrullábamos la frontera, nos recibieron a balazos, pero lograron escapar.

—¿Cómo está su capataz? —intervino Aban.

—El médico sigue examinándolo —contestó Fara, acercándose a él —. ¿Estás seguro de que estás bien?

—Tranquila, no fue nada —suspiró él—. Pero ahora vivo con el miedo de que te pase algo.

—Doblaremos la seguridad en la hacienda y en cada extremo —afirmó Damián con determinación—. No dejaré que nadie más salga herido.

—Iré a casa. Mis padres deben estar preocupados, y debo ponerlos al tanto de
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