Ojo por ojo (2da. Parte)
La misma noche
New York
Hangares del Grupo Collins
Nicky
Quisiera decir que fui capaz de detener a Alan, que mis palabras bastaron para hacerle ver el riesgo, pero mentiría. Su mirada me lo dijo todo. Ya no era el hombre que me abrazaba en las noches ni el que hablaba de planes a futuro. Era otro. Uno que había cruzado un límite invisible del que quizás no regresaría. Y entonces me invadió un miedo atroz. No solo a perderlo a él, sino a perderme a mí con su ausencia. A quedarme sola. A cargar con su muerte.
Sentí un nudo frío, seco, punzante, que se formaba en el centro del pecho. Mis dedos se aferraban a su ropa con desesperación, como si mi contacto pudiera atarlo a esta realidad, a mí, a lo que éramos. No por valentía, sino por puro terror. Y, aun así, supe que no podía detenerlo.
Lo entendí en su silencio. En su respiración entrecortada. En esa forma en que me sostuvo la mirada como pidiéndome permiso… y perdón. Amarlo, en ese instante, significó dejarlo ir. Aunque me rompiera por