Amantes o enemigos (3era. Parte)
Dos días después
New York
Nicky
Dicen que tarde o temprano el pasado nos alcanza. No importa cuánto corramos, cuánto intentemos enterrarlo o fingir que ya no importa, siempre encuentra la manera de volver. A veces llega como un susurro, otras como una bofetada. Pero siempre vuelve. Como un espejo sucio en el que te ves reflejada con todas tus fallas, con las decisiones que no debiste tomar, con los silencios que pesaron más que las palabras. Y entonces, duele. Porque no solo remueve heridas, también te obliga a mirar de frente lo que fuiste, lo que hiciste… o lo que dejaste de hacer.
Lo verdaderamente grave es no saber qué hacer cuando el pasado te toca la puerta. ¿La cierras con violencia, fingiendo que nada pasó? ¿O la dejas entreabierta, permitiéndole entrar como si aún tuviera derecho a instalarse en tu vida? Porque, aunque lo neguemos, no nos gusta convivir con las manchas negras. Esas que nos recuerdan que fallamos. Que no fuimos lo suficientemente fuertes, ni valientes, ni sabi