Ernesto
El sonido del celular me despertó y al mirar la hora eran las tres de la mañana, el timbre de la puerta de la casa sonó con insistencia. ¿Qué habrá pasado? ¡Emmanuel! —Al mirar mi celular había terminado la llamada—. Vi un mensaje de Samuel. Lo abrí.
«Viejo, debo hablar contigo, es urgente. «Recuérdame mañana».
Volvió a sonar el celular. Era un número desconocido.
—¿Diga?
—Ernesto, hijo.
—¿Alonso?
—Si amas a toda tu familia y sé que sí. Debes de salir ya mismo de Colombia. En Italia te pongo al tanto. Perdóname.
Todo pasó tan rápido, y me sentí como teletransportado o más bien como si viera mi vida desde el aire. Todo empezó a moverse alrededor mío, pero no, solo no era consciente, era como si otro Ernesto se apoderara para protegerme de mi mismo. La puerta de la habitación se abrió, Simone ingresó, a su espalda vi a mis padres.
—Jóven, no tienen nada que ver con una venganza u odio por parte de su padre. Por favor. No hay tiempo.
Me puse el jean y la camiseta, tomé los docume