Egan
Mi celular comenzó a sonar y sonar. Eugenia se removió entre mis brazos, no teníamos ni una hora de habernos quedado dormidos. Nuestra faena sexual fue una delicia. Tomé el celular.
—¿Diga?
—Egan soy Casandra. El jet acaba de llegar al aeropuerto.
—¿Para qué?
—Joven, acá le explicamos. Pero por ahora su tío parece que saldrá en cuestión de días de la cárcel, por las amenazas llegadas en estos días algo trama. Debería de volver. Viajará con su padre y el señor Carlos. Ellos pusieron a su tío detrás de las rejas.
—¡Mierda!
—No pierda el tiempo, David y el abogado llegarán al aeropuerto.
—Está bien.
Terminé la llanada, miré a mi preciosa morena, besé su frente. La dejé a un lado, con el derroche sexual; no creo que despierte temprano. Cubrí su cuerpo desnudo, le quité la cadena, tomé el anillo para ponérselo en el dedo correspondiente. Espero que entienda el mensaje subliminal que le dejo. Aun así, tomé la libreta guardada en el nochero y le escribí.
«Por razones laborales urgentes,