Samuel
¡Mierda! Ahora, ¿con qué me saldrán? —Nos sentamos. Mi madrina se había calmado un poco, aunque seguía atontada. Argemiro y Eulises se encontraban a su lado. Raquel salió corriendo a abrazar a Carlos cuando lo vio llegar.
—Familia, lo que voy a decirles no es malo, pero sí muy delicado.
—Habla Eros. —Sus ojos negros se posaron en mí.
—Tiene golpes físicos, los cuales sanarán. No presentó ninguna enfermedad venérea, pero…
—Pero ¡qué!
Fue Carlos quien exclamó, y mi madrina solo lloraba en silencio. Escuchaba, pero permanecía callada, algo inusual en ella.
—Dio positivo en la prueba de embarazo.
El silencio fue contundente; si caía un alfiler, los presentes hubiéramos escuchado. Por eso, cuando varias pisadas se escucharon en la sala de espera, miramos a ver quién era y Ernesto, junto a cuatro matones, hacían acto de presencia.
—Qué aconsejas, Eros, ¿en este caso? —Volvió a preguntar el padre de mi mujer. Los dos médicos se miraron para luego enfocar su mirada en mí.
Mi Cachetona