Kendall despertó con una sensación de ligereza en el pecho, como si la brisa de la mañana hubiera barrido con los restos de la noche anterior. Los rayos del sol se colaban por las cortinas, acariciando su piel mientras ella abrazaba la cobija con una sonrisa serena. El sonido del despertador no la molestó, al contrario, le recordó que tenía un nuevo día para vivir… y para ejecutar su plan.
Se levantó con calma y fue directo al baño, donde el agua tibia del duchazo relajó aún más su ánimo. Al salir, con el cabello envuelto en una toalla, caminó descalza hacia el armario. Sonrió al ver la hilera de ropa nueva, aún con olor a tienda, como promesas sin estrenar.
Sus manos se detuvieron en un vestido que la llamó de inmediato: un mini vestido rojo carmesí, de estilo coreano. Elegante, de mangas largas, entallado a la cintura, con un discreto escote en V y una caída recta que resaltaba sus piernas. La tela satinada parecía brillar con cada movimiento. Se lo puso con cuidado y lo combinó