La llegada de Federico Lombardi colgó en el aire, una nueva capa de tensión sobre la ya explosiva atmósfera del pasillo. Los ojos de todos estaban fijos en él, el guardián de los secretos, el hombre que podría tener las respuestas.
Lombardi dio un paso hacia el Dr. Ramírez, ignorando por un momento la confrontación familiar.
—Doctor, lamento la interrupción. Tenemos mucho de qué hablar sobre...
¡¡¡BIIIP-BIIIP-BIIIP-BIIIP!!!
Un sonido agudo, penetrante y continuo, estalló desde la habitación 703, ahogando las palabras de Lombardi. Era la alarma del monitor cardíaco de Amelia. Una alarma de código rojo. Asistolia. Línea plana.
El color desapareció del rostro del Dr. Ramírez.
—¡Dios mío! ¡Código Azul, habitación 703! ¡AHORA!
La reacción fue instantánea. La confrontación familiar se evaporó, reemplazada por un pánico helado y visceral que paralizó a todos por un instante.
—¡Mamá! —gritó Guillermo, siendo el primero en reaccionar, lanzándose hacia la