—Sal de aquí ahora mismo, o voy a llamar a Lucía, — dije, algo molesto, con una expresión de inquietud.
Alicia me miró con los ojos muy abiertos y respondió: —¿Cómo te atreves a venir a mi casa a asustarme? Qué valiente eres.
No retrocedí, sino que mantuve la calma y respondí: —No es que quiera asustarte, es que tú has sido la que se ha pasado de la raya.
—Está bien, duerme entonces,— dijo Alicia, y con eso se dio la vuelta y se fue.
Al final pude tranquilizarme un poco. Cerré rápidamente la puerta.
Me acosté en la cama, y en poco tiempo el sueño me volvió a vencer. Dormí profundamente hasta el amanecer.
Me despertó un golpe fuerte en la puerta.
Al principio lo ignoré, pero el golpeteo siguió una y otra vez, y ya no pude seguir durmiendo. Me levanté de la cama, con algo de mal genio, y me dirigí al salón, solo para encontrar la casa vacía.
La puerta del dormitorio principal estaba abierta, pero ni Lucía ni Alicia estaban en ese lugar. No tenía ni idea de a dónde se habían ido.
El toque