Punto de vista de Rafael
*Hace seis años*
«Estoy bien», le dije a Teresa, aunque mi mano sangraba por todo el suelo de su dormitorio.
«Absolutamente no estás bien». Me tomó la muñeca, su toque enviando electricidad por todo mi cuerpo. «Siéntate. Ahora».
Obedecí, en parte porque el tono imperioso en su voz era inesperadamente atractivo, y en parte porque me daba una excusa para quedarme más tiempo. Para estar cerca de ella.
Habían pasado dos meses desde aquel primer día en el restaurante cuando decidí que me casaría con ella. Dos meses de coincidencias cuidadosamente orquestadas: sentarme cerca de ella en las clases, elegir la cafetería donde trabajaba para mi rutina matutina, hacerme su amigo antes de que se diera cuenta de que la estaba cortejando.
Había aprendido todo sobre ella en esos dos meses.
Era estudiante becada, lo que explicaba por qué trabajaba en dos empleos mientras llevaba una carga completa de cursos. Tenía exactamente dos amigos cercanos: Sofía, su compañera de cuarto