Punto de vista de Rafael:
«Entonces empezaré», dijo Belén, dirigiéndose a la cocina. «No te preocupes demasiado mientras estoy fuera».
«Sin promesas».
En cuanto se fue, volví a la ventana.
Teresa estaba afuera de nuevo, riendo por algo que dijo Sofía. Luego apareció Carlos, haciendo algún chiste —lo sabía por sus gestos exagerados—, y ella rio más fuerte, doblándose, una mano presionada en su estómago.
Solía reírse así conmigo. Sin restricciones, alegre y real.
Mi mano se apretó alrededor del vaso que aún sostenía.
Ahora reía así con él. Carlos, que había estado allí durante su embarazo, que había ayudado a criar a su hija, que veía esa sonrisa todos los días mientras yo…
El vaso se hizo añicos.
Miré mi mano, viendo cómo la sangre brotaba de un corte en la palma. No sentí nada. Ningún dolor. Solo una conciencia distante de que había roto algo.
«¡Rafael!». La voz de Belén era aguda por la alarma. De repente estaba a mi lado, agarrando mi muñeca, examinando el daño. «¿Qué pasó? ¿Estás b