89. No es cura, es castigo
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El rugido suave del motor del avión privado era lo único que llenaba el silencio. Alexandra estaba sentada junto a la ventanilla, con un vestido caro que apenas sentía sobre la piel. Las luces tenues del interior no alcanzaban a borrar la palidez de su rostro, ni la tristeza contenida en sus ojos. Maquillaje. Vestido. Zapatos de diseñador. Pero por dentro… todo era ruina.
Una azafata intentó servirle algo de jugo, pero ella negó con la cabeza. No tenía hambre. No tenía ganas de nada.
“Esto no es una cura, es un castigo.”
Lo sabía. Se lo repetía con cada nube que dejaban atrás.
Era un escape planeado, una forma de deshacerse de ella sin decirlo directamente.
Nadie dijo "vas a curarte", todos dijeron "vas a lucir mejor", "vas a viajar", "vas a dar ejemplo". Palabras vacías.
Horas después, aterrizaron. La pista estaba húmeda, oscura. El frío del exterior se coló por la puerta apenas se abrió.
Una camilla la esperaba, pero Alexandra se negó. Caminó, aunque sus piernas dolían y sus pas