76. Pequeños milagros

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Al día siguiente, Nathaniel mandó a traerle ropa para que pudiera cambiarse.

—¿Quieres quedarte a comer? —Insistió en que desayunaran juntos.

—No, debo irme. Tengo una junta —pero ella se negó con una excusa rápida. No podía quedarse más tiempo. No después de lo que había hecho anoche.

Cuando Jazmín llegó a la mansión Ravencroft, fue Elías quien la recibió en la entrada.

—Te llamamos muchas veces anoche —dijo con tono serio.

—Lo siento, me quedé sin batería, pero avisé que no vendría —respondió, intentando sonar natural—. ¿Ocurre algo?

Elías dudó un instante, bajando la mirada.

—Bueno...

Un grito infantil interrumpió cualquier explicación:

—¡Mami!

La palabra rebotó en el salón con fuerza, y el corazón de Jazmín se detuvo un segundo. Alzó la vista hacia la escalera, sin saber si su mente le estaba jugando una mala pasada.

Pero allí estaba.

Leonardo.

—¡Leo! ¿Qué haces aquí, cielo? —exclamó, corriendo escaleras arriba para abrazarlo.

Antes de que él pudiera decir algo, ya lo tenía ent
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