36. El león herido

Capítulo 36

La sala de juntas del piso 48 de Luther Enterprise estaba sumida en un silencio que cortaba la respiración. Solo el tictac del reloj y el lejano rugido del tráfico rompían la tensión del aire.

Los directivos —hombres de experiencia, algunos con canas bien peinadas y trajes de corte clásico— se removían en sus sillas, incómodos. Las palmas sudaban. Nadie se atrevía a hablar.

Nathaniel Luther, con el ceño fruncido, observaba el archivo sobre la pantalla como si pudiera hacerlo arder con la mirada.

—¿Quieren repetirme… cómo alguien logró quitarnos un contrato que llevaba tres meses negociándose… que estaba literalmente en mis manos? —preguntó con voz baja y peligrosa.

Su tono no subió ni un decibel… pero la amenaza estaba clara. Más clara que si hubiera gritado.

Uno de los hombres, Weiss, que ya tenía 60 años y dos infartos a cuestas, tragó saliva ruidosamente.

—S-señor Luther… el comprador fue anónimo. Al parecer, se movieron en las sombras, ofrecieron más capital, y cerraro
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