El bosque pasaba borroso a mi alrededor mientras corría sin rumbo fijo, con las lágrimas nublando mi visión y la rabia consumiéndome por dentro. El dolor era tan profundo que apenas podía respirar. No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero no me detendría hasta tener a esa maldita perra frente a mí. Freya. Ella lo había matado. Lo sabía, lo sentía en cada fibra de mi ser.—¡Madeleine! —escuché a lo lejos la voz de Enzo llamándome—. ¡Detente! ¡Escúchame!Pero no podía. No quería. Si me detenía, me rompería por completo. Solo el deseo de venganza mantenía mis pies en movimiento. Debía llegar a la manada Luna Roja. Debía encontrarla. Hacerle pagar.Fue entonces cuando ocurrió.El mundo se me vino abajo en un instante. Una ola de calor me recorrió de pies a cabeza, haciéndome tropezar. Caí de rodillas al suelo, jadeando, con un grito ahogado que se convirtió en un chillido de agonía. Mi espalda se arqueó involuntariamente y un crujido extraño me hizo gritar de nuevo. Era como si mis
Los días pasaban y, aunque el dolor seguía ahí como una sombra adherida a mi pecho, me sentía un poco más fuerte. Cada transformación con Mira se volvía más llevadera, empezaba a entenderla… empezaba a entenderme. Enzo se había vuelto parte de mi rutina, aunque nunca le había pedido que lo hiciera. Estaba ahí, todo el tiempo, pendiente de mí, cuidándome, hablándome con una ternura que no entendía cómo era capaz de ofrecerme siendo el alfa oscuro. Lo había visto ser implacable con todos… menos conmigo.Me costaba comprenderlo. A veces creía que era un juego, una estrategia, que su interés tenía un propósito oculto. Pero luego lo veía, con esos gestos tan sutiles… cuando me arropaba sin decir nada, cuando dejaba flores silvestres en mi ventana, cuando me ofrecía su abrigo sin que yo lo pidiera. Y ahí estaba yo, encerrada en mi habitación la mayoría del tiempo, tratando de procesar mi duelo, tratando de silenciar el vacío que me había dejado la muerte de mi padre.Esa mañana, mientras me
Madeleine permanecía sentada, con la espalda recta, pero sus ojos denotaban la tensión que llevaba por dentro. Sus manos estaban entrelazadas sobre su regazo, y aunque intentaba mostrar compostura, yo podía sentir claramente su nerviosismo. Estábamos en el laboratorio de Dorian, un lugar cargado de antiguas energías y aromas extraños. Frascos, hierbas, libros polvorientos… todo allí hablaba de magia.Dorian analizaba su sangre con una concentración casi ritual. No decía nada, pero su ceño fruncido hablaba por él. Yo di un paso hacia adelante, impaciente.—¿Qué es lo que ves? —pregunté al fin.Él levantó la vista y respiró hondo antes de responder.—Veo restos de una poción mágica. Un hechizo antiguo… casi imperceptible. Se lo fueron suministrando para que su loba no despertara. Querían mantenerla frágil y vulnerable.Vi cómo los ojos de Madeleine se llenaban de rabia. Apretó los labios, intentando contenerse.—Esos malditos… —murmuró—. ¿Cómo pude ser tan ciega y no darme cuenta de tod
Las escenas de la noche anterior en mi habitación se repetían en mi mente una y otra vez. No había podido dormir debido a la sensación de sus labios sobre los míos. Enzo despertaba en mí cosas que yo me negaba a admitir, pero por supuesto que para Mira no pasaban desapercibidas. Ella y yo éramos una sola, y por lo tanto, no tardó en hacerse presente.—Te morías porque te marcara —dijo con su tono de siempre, ese que parecía burlarse de todo lo que me esforzaba por negar.—Eres una fresca, ya basta, Mira.—No puedes culparme por decir la verdad. Solo que él es demasiado caballeroso y terminó por controlarse. Pero tú hubieras deseado que no lo hiciera, ¿verdad?—Basta. Deja de decir esas cosas. Él y yo solo tenemos un acuerdo.—Pues no lo parecía cuando se estaban besando. O más bien, cuando prácticamente se estaban devorando.—Eres demasiado molesta, ¿sabes? Deberías tener un interruptor para apagarte.—Para tu mala suerte no lo tengo, querida. Así que tendrás que soportarme. Pero no t
Los días pasaban, y los entrenamientos con Madeleine me provocaban un sinfín de emociones. Me resultaba prácticamente imposible tenerla tan cerca y no poder cumplir con todas las fantasías que mis instintos me exigían.Ragnar estaba cada vez más impaciente, y me costaba trabajo mantenerlo bajo control. Ella era tan sensual… pero, a la vez, tan inocente, que me perturbaba de una manera abrumadora. Su rostro era una tentación constante, y su presencia, una prueba diaria de resistencia. El destino me estaba dando la oportunidad de tener a mi primer amor de vuelta, y no pensaba desaprovecharla.Sabía perfectamente que se trataba de otra mujer… pero aun así, ella era mi creación, y los sentimientos que empezaban a surgir dentro de mí crecían de formas que jamás imaginé.Esa mañana, Madeleine llegó tan puntual como siempre. Se veía hermosa con esa ropa de entrenamiento. El conjunto se ajustaba a su cuerpo a la perfección, y su cabello recogido en una trenza dejaba al descubierto su rostro d
El aire en la sala de interrogatorios seguía cargado, como si la oscuridad se hubiera impregnado en cada rincón, incluso después de que el prisionero fue retirado. Permanecí de pie, inmóvil, con la vista fija en la puerta que acababan de cerrar, intentando procesar lo que acababa de hacer. Mi corazón aún latía con fuerza, y aunque sabía que había tomado la decisión correcta, una parte de mí seguía sintiendo un peso extraño… como si una parte de mi alma se hubiera fracturado ligeramente.No fue hasta que sentí la presencia de Enzo acercándose lentamente que logré salir de mi ensimismamiento. No dijo nada al principio. Solo se colocó a mi lado, tan cerca que su calor me envolvió, y su voz baja, profunda, me acarició como un susurro.—Tu venganza no será sencilla, Madeleine —dijo con suavidad, pero con una fuerza que se sentía en el pecho—. Tendrás que enfrentarte a decisiones incluso peores que esta. A momentos donde el dolor, el deber y el instinto lucharán entre sí dentro de ti. Y aun
Lamentablemente, tuvimos que volver a la realidad.Cuando regresamos al castillo, tuve que despedirme por un momento de Madeleine antes de la cena para revisar los pendientes del día con mi beta. Marco me esperaba en el despacho con gesto serio. En sus manos sostenía un sobre sellado con el emblema de la manada Luna Roja. Apenas lo vi, mi rostro se tensó.—¿Qué es? —pregunté.—Según lo que dice aquí, ese bastardo está organizando una fiesta de compromiso.Mi mandíbula se endureció. Apreté los puños con fuerza, conteniendo el impulso de aplastar ese maldito sobre entre mis manos.—Entonces que se preparen… porque el infierno está a punto de comenzar para ellos.—¿Se lo dirá a la señorita Madeleine? —preguntó Marco, con cierta duda en la voz.No quería hacerlo. Había estado bien, fuerte, incluso feliz. Pero esta también era su venganza. No podía dejarla fuera.—Tiene que saberlo. Prepáralo todo, Marco.—Como usted ordene, alfa —respondió antes de salir del despacho.Tomé aire y me dirig
El tiempo pasó, y finalmente, el día de la fiesta había llegado. Todo estaba listo para dar el primer golpe. Aunque en un principio Enzo no quería permitirme que los acompañara, terminó por convencerse de que eso era lo mejor, ya que nadie conocía la manada Luna Roja como yo.Y cómo no hacerlo, si fue el lugar donde crecí, donde viví junto a mi padre, donde conocí el dolor y la traición. Ahora regresaría para comenzar a cavar la tumba de los desgraciados que tanto me lastimaron.—¿Estás lista? —preguntó Enzo, mirándome directamente a los ojos.—Todo lo lista que se puede estar para algo como esto —contesté con un dejo de tristeza en mi voz, pero con la determinación ardiendo en mi interior más fuerte que nunca.—Si tienes dudas, si sientes que algo podría salirse de control, solo dilo, Madeleine. Sabes que no fallaré, y si decides quedarte, lo voy a entender.—Jamás me perdería lo que está por suceder. Además, quiero visitar la tumba de mi padre.—Madeleine, eso puede ser peligroso y