—Brendan…
El aire del pequeño cuarto se cargó de tensión y de la fragancia masculina tan adictiva de Brendan. El calor de su cuerpo era una pared que la aprisionaba contra el frío del muro. Sentía la intensidad brutal de sus ojos azules clavados en ella.
Este encierro forzado no era más que una trampa bajo una máscara de seducción.
—Necesitaba hablar contigo… a solas —la voz de Brendan era grave, profunda, con una aspereza contenida que era el eco de su frustración acumulada—. Y ya que huyes de mí, al parecer ésta es la única manera de tenerte conmigo —. Estaba impaciente, sus gestos eran los de un hombre alcanzando sus límites.
Chloe intentó mantener una postura firme, a pesar de estar físicamente acorralada, y empujó con sus manos la dura superficie de su pecho.
—Brendan, basta. ¿Estás loco? ¿Olvidaste lo que pasó en el archivo? Estamos en la oficina, cualquiera podría vernos.
—¿Crees que, a este punto, me importa siquiera un poco?
—No estás siendo razonable…
—¿Cómo puedo razonar cu