23. Desagradable visita
—¿Está bien, señora? —Rogelio se inclinó hacia Medea, que se veía muy afectada—. ¿Le duele mucho?
—Ya se me está pasando —se pasó la mano por el rostro—. Es solo que… me tomó desprevenida.
—Esa niña está cada vez peor. No entiendo cómo sigue soportando todo esto. ¿No cree que ya es hora de detenerse? Últimamente sus planes han sido demasiado arriesgados. Me tiene muy preocupado. Incluso su padre ha llamado.
—¿Mi padre?
—Sí, quería saber cómo marchaban las cosas por aquí. Insiste en que debería irse cuanto antes.
—¿Le dijiste algo?
—No, solo que su salud ha mejorado bastante. Nada más.
Medea se secó las lágrimas y asintió. Sabía que tanto Rogelio como su padre tenían motivos para preocuparse. Estaba rodeada de víboras, y esa noche lo había confirmado más que nunca. El dolor en el pecho era inevitable. Aquella niña a la que había criado, se había convertido en un reflejo oscuro de su madre biológica. ¿La odiaba tanto? Primero la empujó por las escaleras, y ahora la agredía sin piedad. C