20. Merecido sufrimiento

Apenas Medea llegó a la mansión, Saphira se apartó de la ventana. Había estado esperándola con impaciencia. ¿Qué hacía Medea yendo al oftalmólogo si sabía perfectamente que no podía ver? Esa duda la había inquietado desde el momento en que la vio salir. Sería el colmo que existiera la posibilidad de que recuperara la vista.

Al escuchar que se aproximaban, corrió a la cocina y fingió estar ocupada. Cuando ayudaron a Medea a subir, dejó lo que hacía y, con sigilo, fue tras ellos. Alcanzó a Luna por el brazo y la llevó por otro pasillo, mientras Rogelio ayudaba a Medea a entrar en su habitación.

—¿Qué pasó? —le preguntó a la sirvienta en voz baja, apresurada—. ¿Pudiste escuchar algo? ¿Medea te dijo algo sobre los resultados?

—No tiene de qué preocuparse —respondió Luna con una sonrisa cómplice—. Los resultados fueron negativos. No hay posibilidad de que recupere la vista.

—¿Estás segura? —insistió Saphira, aún con desconfianza.

—Por supuesto. Vi a la señora salir del consultorio con lágr
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