81. Enfermiza obsesión

Bella

No había amanecido en su totalidad cuando abrí los ojos. Aun tumbada en la cama, me quedé observando la delicadeza con la que un sutil dorado se comenzaba a derramar lánguido por las ventanas.

Alguien tocó la puerta, lo hizo con pequeños golpecitos apenas audibles, luego entró despacio. Era Virgilia, una de las muchachas del servicio, normalmente no subía a mi habitación ni a ninguna otra, su lugar siempre había sido la cocina, por eso me sorprendió que se acercara a mi cama y sonriera con aquella amabilidad que le caracterizaba. Alcanzó mi cabello en una caricia y yo arrugué la frente porque no comprendía el motivo de su visita.

—Descanse, niña Isabella… —Dijo, su voz de pronto comenzó a escucharse un tanto borrosa, como si no coincidiera con su cercanía. Por alguna extraña razón, su petición se había convertido en una orden.

Cerré los ojos, pero una parte de mi se mantuvo a la expectativa cuando se marchó.

Ne tenia intenciones de moverme, ni siquiera cuando de repente el reloj
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