La habitación permanecía oscura, únicamente iluminada por la luz de un par de velas que rompían el manto de oscuridad y reflejaba las vestimentas blancas que adornaban los cuerpos delgados de las personas que escuchaban arrodillados y con la frente en el suelo sus propias respiraciones.
La sacerdotisa de cabello rojizo estaba en frente y sostenía con los largos dedos un cuenco repleto de sangre fresca y con la punta de los ellos dibujaba sobre la pared el símbolo del círculo que simbolizaba el planeta, el triángulo dentro de él que los simbolizaba a ellos como protectores de la medialuna dentro de él que significaba la humanidad.
La mujer dio un paso atrás y contempló los trazos con admiración, había nacido para completar la tarea de sus ancestros y estaba orgullosa de estar tan cerca de conseguirlo.
Caminó hasta el centro de la sala donde una mujer de cabello color chocolate colgaba desnuda de los pies y con la punta del cuchillo abrió una zanja amplia en el cuello donde los restos d