Eloísa se aclaró la garganta, le ardía cada palabra que salía de su boca y quería dejar el mensaje muy claro.
—Mi amiga está desaparecida —dijo de nuevo a la oficial de policía detrás del escritorio y ella pareció fastidiada con la muchacha.
—Ya le dije que se puede poner la denuncia apenas setenta y dos horas después de la desaparición de una persona —le repitió y Eloísa sintió que se le enrojeció la cara, y golpeó la mesa con la palma de la mano.
—¡Es estúpido! —gritó y las personas que estaban alrededor voltearon a mirarla —después de todo ese tiempo la pueden hasta sacar del país —la policía dejó escapar aire.
—Hay muchas personas que desaparecen, y regresan al otro día después de una noche de fiesta —Eloísa negó.
—Ya le dije que Lucía no es de esas chicas, ella va del colegio a la casa, y ya llamé a su mamá y no ha llegado —se acomodó en la silla y le suplicó a la mujer con la voz conmovida —Por favor, ayudame —la mujer ladeó la cabeza y se quedó mirando a Eloísa por un momento.