Lucía no había sido especialmente una buena estudiante, nunca había destacado por ser la mejor, pero tampoco la peor, pero el momento en que comenzó a juntarse con Eloísa sus calificaciones habían mejorado en extremo, a tal punto de tener un promedio tan bueno que le serviría para entrar a la universidad, pero las semanas de locura que habían tenido le habían dejado un par de notas bajas de historia y filosofía, así que ese día salió de clases y se encerró en la biblioteca a estudiar todo lo que encontró al respecto. Tenía que mejorar esas calificaciones si quería de verdad tener la esperanza de ingresar a algún lado, aunque fuera mediocre.Se quedó parte de la tarde, y de paso adelantó un par de tareas de otras materias, normalmente las hacía con Eloísa, pero su amiga parecía bastante entretenida con la relación furtiva que estaba teniendo con su profesor y ella no la juzgó, si fuera ella la que estuviera entre los brazos del atractivo Harrison también se desconcentraría.Cuando algu
Eloísa se aclaró la garganta, le ardía cada palabra que salía de su boca y quería dejar el mensaje muy claro.—Mi amiga está desaparecida —dijo de nuevo a la oficial de policía detrás del escritorio y ella pareció fastidiada con la muchacha.—Ya le dije que se puede poner la denuncia apenas setenta y dos horas después de la desaparición de una persona —le repitió y Eloísa sintió que se le enrojeció la cara, y golpeó la mesa con la palma de la mano.—¡Es estúpido! —gritó y las personas que estaban alrededor voltearon a mirarla —después de todo ese tiempo la pueden hasta sacar del país —la policía dejó escapar aire.—Hay muchas personas que desaparecen, y regresan al otro día después de una noche de fiesta —Eloísa negó.—Ya le dije que Lucía no es de esas chicas, ella va del colegio a la casa, y ya llamé a su mamá y no ha llegado —se acomodó en la silla y le suplicó a la mujer con la voz conmovida —Por favor, ayudame —la mujer ladeó la cabeza y se quedó mirando a Eloísa por un momento.
La habitación permanecía oscura, únicamente iluminada por la luz de un par de velas que rompían el manto de oscuridad y reflejaba las vestimentas blancas que adornaban los cuerpos delgados de las personas que escuchaban arrodillados y con la frente en el suelo sus propias respiraciones.La sacerdotisa de cabello rojizo estaba en frente y sostenía con los largos dedos un cuenco repleto de sangre fresca y con la punta de los ellos dibujaba sobre la pared el símbolo del círculo que simbolizaba el planeta, el triángulo dentro de él que los simbolizaba a ellos como protectores de la medialuna dentro de él que significaba la humanidad.La mujer dio un paso atrás y contempló los trazos con admiración, había nacido para completar la tarea de sus ancestros y estaba orgullosa de estar tan cerca de conseguirlo.Caminó hasta el centro de la sala donde una mujer de cabello color chocolate colgaba desnuda de los pies y con la punta del cuchillo abrió una zanja amplia en el cuello donde los restos d
Eloísa supo en ese instante que estaba pasando una de aquellas cosas que le cambian la vida a una persona, para bien o para mal, sintió como el cuerpo le disparó torrentes de adrenalina que le inundaron todos los músculos y le enceguecieron los sentidos, así que antes de que Walter pudiera acercarse lo suficiente dio media vuelto y corrió con todas las fuerzas que pudo hacia la casa de Gael que se veía a lo lejos tan lejana y distante. La lluvia aumentó con violencia exagerada y todo alrededor se volvió un caos de agua que le hacía resbalar los pies del pavimento empapado.No quiso ni pudo detenerse a pensar qué era lo que estaba pasando, ni por qué Walter la perseguía con un cuchillo, solo podía sentir el corazón acelerado golpeándole el pecho, lo sentía en los oídos y en la cabeza y también en los puños apretados.Volteó a mirar hacia atrás y vio que el muchacho estaba a punto de alcanzarla, no sería capaz de escapar, la casa de Gael aún estaba lejos y aunque lo llamara la lluvia am
Ezequiel se paró en la acera frente a la calle, desde allí, de pie, con las manos en los bolsillos, observó los restos de sangre que la lluvia no había logrado arrastrar, y por más que quiso, no pudo hacer que las lágrimas le salieran de los ojos. Ya había llorado mucho, tanto que no le quedó de otra que salir de su miseria e ir a la casa de Harrison. El hombre había insistido rotundamente en que debían encontrarse y Ezequiel quiso pensar que sabía el paradero de Eloísa.Lucas lo abrazó por detrás, desde el instante en que supieron que su hermana había desaparecido el joven empresario no se había separado de él, y Ezequiel le agradeció en silencio, era una excelente compañía y se sentía tremendamente a salvo a su lado, como si en sus brazos trigueños nada pudiera pasarle. Se giró y enterró la cara en el hueco que formaba el cuello y el hombro del hombre y aspiró el olor dulce que tanto comenzaba a gustale. Las manos cálidas de él le acariciaron la espalda.—¿Si era su sangre? —le pre
Un hombre parecido a un doctor llegó a la habitación donde estaba Eloísa, le revisó los signos y le quitó el catéter que tenía en la mano, y por más que intentó comunicarse con él el hombre pareció ni siquiera escucharla.—Ni pierdas tu tiempo —le dijo Lucía recostada en la pared mirando las pirámides —no hablan español o al menos fingen no hacerlo —Eloísa se acarició la pierna donde el cuchillo de Walter se enterró y sintió un escalofrío solo de recordarlo.—¿Qué haces aquí? —le preguntó a la muchacha delgada, parecía que estaba en un buen estado de salud, incluso a Eloísa le pareció que había subido un par de kilos. Lucía se cruzó de brazos y se sentó en el borde de la cama con su amiga.—El día que hablé contigo cuando salía del colegio vi algo —dijo, miró a Eloísa a la cara, como su temiera contarle —Harrison amenazó a la profesora de ciencias sociales con un cuchillo, Eloísa, ella lo estaba chantajeando con contarle al director su relación y él se puso mal, intenté huir, pero Víc
Lucía ayudaba a Eloísa a caminar por los corredores amplios y frescos de la casa, la pierna le dolía como el demonio con cada paso que daba y la muchacha delgadita le estaba sirviendo de apoyo.Eloísa, por primera vez desde que se había despertado en ese extraño lugar se permitió pensar en Gael, en como la había usado para alcanzar sus objetivos y eso le produjo un nudo en el pecho. Apenas estaba comenzando a entender lo que sentí por el hombre y todo se había desbaratado antes sus pies, se le había caído la máscara y ella se sintió usada.Cuando llegaron al final de uno de los pasillos, junto a la puerta había un anciano gordito, con los ojos tremendamente azules y el cabello blanco como un manto de nieve. En cuanto las vio, caminó hacia ellas y tomó el rostro de Eloísa con las cálidas manos para contemplarla detenidamente.—Si —dijo más bien para sí mismo y Eloísa se quedó paralizada —eres tal como te imaginé — se volteó de lado después de soltarla y le señaló el hombro para que ell
Gael tuvo que utilizar todas las habilidades que tenía para poder estar sentado frente al celular en medio de la sala. Llevaba dos días sin ir al colegio y estaba casi seguro que ya no volvería, no tenía sentido volver si ni Eloísa ni Ezequiel estaban ahí, y ahora ambos sabían la verdad y la farsa se le había escurrido entre los dedos como un puñado de arena. Gabriel estaba sentado frente a él y señaló el celular con gesto aburrido.—¿Qué te hace pensar que esta vez sí te devolverá la llamada? —le preguntó y Gael no contestó, nada lo aseguraba —desde que se llevó a papá has intentado esto cada vez que puedes y él no aparece —como para burlarse del pesimismo de Gabriel el teléfono sonó y Gael notó que era un número privado. Cuando contestó y reconoció la voz de Luther al otro lado se le revolvió el estómago, no sabía qué sentir, si odio por escuchar la voz del hombre que le descontroló la vida y secuestró a su padre o un poco de nostalgia por un viejo amigo.—¿Lo encontraste? —le pregu