Eloísa no tuvo fuerzas ni siquiera para gritar, el aire le golpeaba el rostro y la gravedad la consumía con una fuerza voraz e irrompible. Sintió como el cuerpo de Harrison se pegó al suyo y el vació en el estómago le cortó hasta al respiración, luego, después de lo que pareció una eternidad, un golpe fuerte le arrancó el poco aire que aún tenía en el cuerpo.
El agua los tragó por completo, tremendamente fría, como un témpano de hielo seco, los músculos se le engarrotaron y por más que trató de nadar parecía que más se hundía. Cuando sus pies chocaron contra el suelo empujó con fuerza, el fondo estaba lleno de un fango espeso y casi se queda atrapada en él.
Cuando al fin logró sacar la cabeza a la superficie aspiró aire con tanta fuerza que le ardió la garganta.
—Harri…Harrison —lo llamó, tenía la voz ronca y entre cortada, pero el hombre no estaba. La luz que se colaba desde el agujero por donde habían caído era insuficiente para que Eloísa pudiera ver en qué lugar se encontraba —¡Ha