Eloísa se quedó en el marco de la puerta esperando a que sus compañeros de clase salieran del aula, mientras tanto no quiso mirar a Harrison a la cara, esperó que todo terminara rápido y que lo tomaran de la manera más madura posible.
Era imposible que el profesor le llamara la atención, sí, ella se le ofreció primero y comenzó a besarle el cuello, pero él ni corto ni perezosos le había quitado de un tirón la ropa interior. Cerró los ojos con fuerza alejando los pensamientos de la mente, lo último que le convenía en ese momento era pensar en lo sucedido.
Una chiga muy gorda que estaba tardando demasiado en salir comenzó a impacientar a Eloísa, el malgenio con el que había amanecido comenzaba a cumularse en ese momento y casi que empujó a la muchacha fuera del aula.
Cuando estaban solos Harrison se puso de pie y e recostó en el tablero.
—Ven aquí, no quiero gritar hasta allá —Eloísa caminó hasta estar a un metro de él y no lo miró a la cara, se quedó concentrada en el pecho del hombre