— ¡Papá!
Maximiliano tomó en brazos a su hija menor mientras veía a Liam acercarse con la mochila rosa que había sacado de los pequeños hombros de su hermana. Max trató de acariciar al chico en la cabeza, pero este se apartó antes de que pudiera.
— ¿Qué sucede ahora Liam?
— El chofer dijo que mamá volvió, mi hermano está molesto.
— No sé por qué— dijo Maximiliano mirando a su hijo a un par de pasos junto a él —. Sabes muy bien que cuando ella está aquí no tiene mucha diferencia, además, eso va a terminar pronto.
— ¿Va a volver a irse papá? — el hombre miró a su hija.
— Sí, cariño, quizás… Quizás esta vez no vuelva más.
La expresión en el rostro de la niña hizo sentir mal a su padre, miró el rostro de incredulidad de su hijo que aún seguía cruzado de brazos y Maximiliano sintió que había sido un terrible padre por obligarles a vivir con alguien como Tiffany, por un infierno, ni siquiera debió tenerlos, fue un idiota por ceder a las obligaciones que habían dejado en él sus padres.
Había sido difícil crecer sabiendo que a los dieciocho se casaría con la niña mimada y molesta que siempre iba a visitarlo. Fue mucho más molesto cuando esa niña creció, se convirtió en una egocéntrica manipuladora y que adoraba mostrarles a todos cuán popular era entre los hombres, eso sí, con su anillo de compromiso siempre en su dedo corazón.
Max entró en la casa con sus hijos deseando haber sido más valiente, Tiffany llegó tarde incluso el día de su boda, le dijo abiertamente que había estado acostándose con el chofer antes de comenzar a ceremonia y aquello habría terminado de otra forma si él hubiese hecho lo que quería y se hubiese marchado, pero ya nada valía llorar sobre la leche derramada.
Maximiliano suspiró, dejó a su hija en el suelo antes de sentarse con ambos niños en el sofá. Liam sacó su móvil mientras la pequeña Leila buscaba su tableta en la mochila. Aquello era la nueva convivencia familiar, sus hijos le ignoraban cuando tenía tiempo para ellos y el mismo se reprochaba cuando no lo había. Odiaba ver que sus hijos estaban creciendo justamente como lo había hecho él.
— ¿Qué tal si me cuentan del colegio?
— Bien, mi hermano me dijo que no fuera a verlo en el recreo, que le avergüenzo porque soy una niña.
— ¡No dije eso Leila!, dije que me avergüenza que me digas hermanito!
— Eres mi hermanito cómo podría decirte.
— Mi nombre, todos me dicen mi nombre en el colegio.
— Yo no soy todos, tú eres mi hermanito.
— Yo soy mayor
— No importa.
Los niños discutieron haciendo a Maximiliano sonreír, pero esa sonrisa desapareció cuando escuchó los pasos en las escaleras. El rostro de su hijo se tensó. El niño miró hacia las escaleras más allá de los sofás donde estaban y la comisura de su labio bajó ligeramente.
— Me voy a mi cuarto — declaró.
— Liam, no tienes que…
— Solo bajaré para la cena.
Hanna vio al niño, de cabello rubio y ojos similares a los de su padre, caminar hacia ella, sonrió esperando un saludo, pero el chico pasó de largo sin decirle nada con un rostro hostil que llegó hasta el corazón de la chica. Si su hijo la mirase de aquella forma, ella se quebraría. Que un niño te mirara de aquella forma debía ser doloroso para cualquier persona.
La mujer se acercó a la sala, la niña un poco más pequeña que el chico, pero con el mismo tono de cabello alzó la mirada de su Tablet roza e hizo un puchero antes de esconder su rostro en el cuello de su padre. Este la abrazó antes de hablarle con brusquedad a Hanna.
— No abras la boca, te dije que te mantuvieras lejos de mi vista Tiffany — el hombre se puso en pie con la niña en brazos — y ni se te ocurra volver a decirle alguna cosa a Leila como que no debería haber nacido.
— Yo… no… No iba a…
— Esa ropa — el hombre bajó la mirada por su esposa —. ¿Qué?, realmente estás de luto por ese bastardo de tenis, parece que sí te gustaba.
Hanna se quedó muda, tragó mientras miraba hacia el hombre que la había dejado sin posibilidad alguna de responder y realmente le desagradó la mujer que la había contratado, sin embargo, su móvil sonó haciéndola desviar la atención al número desconocido. Caminó hacia la ventana más cercana antes de contestar.
— ¿Diga?
— ¡Mami! — Hanna sintió que su corazón daba un salto de alegría ante esa voz — mami, te extraño, le robé el número a papá de su teléfono, Sammy me enseñó, dijo que te pusiera un nombre nuevo en mi celular para que papá no supiera.
— Me gusta Sammy — admitió Hanna con la voz apagada — ¿Cómo estás mi vida?
— La novia de papá es mala, pero no me hace caso, así que no me importa. Quiero verte, mami, quiero vivir contigo.
— Yo también quiero que estés aquí tesoro, pero es complicado, los mayores…
— Sammy dijo que papá no quiere que te vea y que tendré que esperar a ser grande para verte.
— ¡No, mi vida!, eso… Eso no pasará, te prometo que voy a volver, solo… Solo déjame terminar un par de cosas, ¿sí?
— Pero vas a venir por mi mami, ¿De verdad?
— Te lo juro mi amor.
— Bien, mami, esperaré por ti, lo prometo, ahora me iré.
— Vale, mi niño, sé bueno, mami, irá por ti tan rápido como pueda.
Maximiliano dejó los papeles que estaba revisando cuando tocaron en la puerta de su despacho para informarle de que iban a servir la cena. Suspiró diciéndose que podía seguir después de dedicarle este corto espacio de tiempo a sus hijos, pues ellos eran lo realmente importante.El hombre había tratado de crear el hábito en ellos de cenar en familia, o al menos eso era para los tres, porque Tiffany nunca había querido pertenecer a esa familia que les habían obligado a crear. Cuando Liam nació, dijo que su trabajo estaba hecho, pero su madre le pidió alguien más en la línea de suscepción y solo entonces pudieron concebir a Leila.El hombre ni siquiera sabía cómo había podido soportar por tantos años a una mujer como lo era Tiffany. Negó mientras entraba al comedor, no podía seguir resignándose a aquel tipo de vida solo porque así lo querían sus padres, no podía permitirlo.Maximiliano se sentó al final de la mesa como era de costumbre, sonrió con educación a una de las empleadas que luc
Hanna quiso saber qué tan mala persona había sido la mujer que la contrató, pero supo que si lo hacía solo descubriría que las cosas merecían estar como estaban. La chica regresó al comedor donde aún la pequeña niña que debía ser la hija menor de aquella mujer estaba.La niña dejó de comer de su plato cuando la vio sentarse en la mesa. Hanna sonrió ligeramente, pero la pequeña solo hizo un puchero antes de dejar la mesa y correr hacia el hombre que se acercaba desde las puertas de la terraza por donde ella había entrado.— ¿Qué le has hecho? — Hanna fue acusada — maldita seas Tiffany.— No he hecho nada, yo… Yo ni siquiera he hablado.— ¿Qué te hizo cariño? —El hombre ni siquiera la miró a ella —. Venga, vamos a tu cuarto.— No quiero que esté cerca papi — la niña lloriqueó — no quiero que mi mamá diga cosas feas otra vez.El llanto destrozó a Hanna, vio al hombre que ya la odiaba mirarla con mucha más rabia y el hambre abandonó su cuerpo al darse cuenta de que aquella mujer que estab
— Sabía que eras una estúpida, pero pensé que te había enseñado mejor — Hanna se quedó completamente conmocionada cuando aquella mujer que ahora sabía era la madre de Tiffany volvió a abofetearla más fuerte. — ¿No podrías mantenerlo discreto?, tenías que ser una ramera he irte con ese estúpido sujeto que no tiene nada que ofrecer. — No sé qué crees, pero yo… — ¡Cierra la boca! — la mujer le gritó con rabia — tenías una única cosa que hacer en esta vida y era ser la mujer de Maximiliano, pero no supiste hacerlo — la mujer le acusó — Como infiernos dejaste que quisiera divorciarse. — Madre, no voy a divorciarme yo no voy a… — No me llames madre, no me hables si quiera y por supuesto que no vas a divorciarte porque no lo voy a permitir, ¿tengo que recordarte que va a pasar si eso sucediera?— Hanna fue empujada al suelo antes de que la mujer la tomara del cabello para que mirara directamente a su rostro— Eres una inútil pero eras la única opción, así que aprende de una vez que todo t
Maximiliano miró a su suegro con molestia cuando esté interrumpió su audioconferencia sin previo aviso, el hombre resopló antes de poner fin a la llamada porque sabía que su suegro no se iría de ahí hasta que hablaran. — Anderson, estoy realmente ocupado, no tengo tiempo para… — Mi mujer ya ha hablado con Tiffany, las cosas irán bien desde ahora, así que necesito que dejes toda esta tontería del divorcio. — No es una tontería y como le dije antes a tu mujer y tu hija, el divorcio es un hecho, solo estoy esperando el momento correcto para… — ¡No hay momento correcto!, no hay momento en general porque esta boda es irrompible, están prometidos desde los cinco años, mis nietos son los herederos de este grupo empresarial, somos una familia respetada, el divorcio no está permitido. — ¿No está permitido? — Maximiliano se puso en pie — ¿Por qué?, ya le di a mis padres y a ustedes lo que querían, estoy a cargo de la empresa, tengo dos hijos porque fueron tan extremos como para pensar en q
Hanna miró distraídamente su móvil, tenía la esperanza de que su hijo le enviara, aunque sea un texto, pero parecía incapaz de hacerlo, o al menos eso quería pensar porque esa poca esperanza de que pudiera llamarlo en cualquier momento era realmente importante. — Ya estamos aquí, señora — Marín, el chofer habló justo cuando detenía el coche frente a la puerta del colegio. La chica tragó mientras trataba de alargar un poco más la falda de aquel medianamente decente vestido que había encontrado en el armario de la mujer a la que remplazaba. Tiffany no tenía precisamente ropa recatada, así que había tenido que ingeniárselas para cubrir los expuestos hombros que dejaba el vestido con una chaqueta demasiado corta para siquiera llamarse chaqueta. La mujer hizo una mueca de disgusto cuando los zapatos le molestaron, colocó el móvil dentro de su bolsa y esperó a que los niños comenzarán a correr hacia fuera cuando la campana anunció el fin de las clases. Hanna había planeado acercarse a lo
Maximiliano corrió con prisas hacia el hospital cuando recibió la llamada del chofer informándole de que los niños habían tenido un accidente al salir del colegio. El miedo se movió por su cuerpo mientras subía a la planta vip del hospital donde los habían llevado y su cuerpo solo se calmó cuando sus ojos se encontraron con los de Marín, el chofer.Maximiliano pasó una mano por su rostro cuando vio a sus hijos sentados en las sillas del salón de espera. El hombre corrió hasta ellos, abrazó a Liam antes de mirar a su pequeña Leila, que tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar.— ¿Está bien todo?, están bien ustedes, qué fue lo que pasó, porque no están en casa.Maximiliano habló con prisas mientras se cercioraba una vez más de que ambos niños estuvieran bien. Liam miró a su padre durante un minuto antes de hablar.— Estamos esperando por mamá — dijo —. La llevaron dentro hace unas horas y aún no salen.— ¿Tiffany? — Maximiliano no entendió — ¿No entiendo alguien les chocó?— No, seño
Hanna agradeció aquella oportunidad que le habían dado, alisó la falda plisada de color azul que le había costado encontrar y tragó incómoda mientras esperaba en la sala de aquel consultorio lo que su supuesto esposo llegará.La mujer miró la hora en su reloj, trató de pensar positivamente, pero en su interior esperaba que Maximiliano nunca llegaría, porque realmente no quería aquella terapia y Hanna lo entendía, su verdadera mujer parecía ser realmente insufrible. La puerta de la clínica se abrió, la chica se puso en pie por instinto y su supuesto esposo ni siquiera la miró.— Tengo solo una hora libre, así que no perdamos más el tiempo.— Buenos días — Hanna habló — ¿No deberías saludar al menos?— Buenas.Dijo Maximiliano, después de pensarlo un momento. La mujer sentada detrás del mostrador de aquel salón de espera los miró con extrañeza, pero Hanna se puso en pie y se acercó a dicha muchacha mientras Maximiliano seguía con la vista fijada en el móvil.— Disculpa, ya está aquí mi
— Trataré de volver temprano hoy en la tarde — Maximiliano dijo aquello mientras esperaba a que el chofer se acercara con el auto fuera de la clínica — pero realmente no te prometo nada, a diferencia de ti, yo tengo muchas cosas en que ocuparme.— La psicóloga dijo que debíamos…— Dije que trataría de volver para cenar, como si eso realmente fuera a ayudar en algo, así que no te quejes. —El chofer llegó — Ten buena tarde, Tiffany.Hanna miró a Maximiliano marcharse, sus dedos se aferraron al azar de su bolsa mientras trataba de no pensar en el montón de cosas que Había dicho la doctora parecían haber hecho el matrimonio de la mujer que suplantaba prácticamente una cárcel.La chica caminó hacia el parquing a la vuelta de la esquina y odio aquellos bonitos pero incómodos zapatos de tacón. Hanna estaba segura de que había mucho más que monotonía o situaciones que llevaron a un engaño para destruir aquel matrimonio. Sin embargo, que podía decir u opinar ella que solo había llegado para su