Linda se sintió satisfecha al ver cómo los hermanos Miller se adaptaban a su nuevo hogar. A pesar de ser una casa humilde, había un aire de calidez y potencial en cada rincón. Durante una semana, se habían sumergido en la tarea de redecorar y ambientar el espacio, convirtiendo cada habitación en un refugio acogedor para los cuatro.
La sala era el corazón de la casa, donde el gran televisor brillaba como una ventana a otro mundo. Habían decidido crear un ambiente de cine, y el amplio sillón, con su tapizado suave, invitaba a la comodidad. La mullida alfombra peluda, que se extendía por el suelo, añadía un toque de calidez y suavidad, perfecta para las noches de películas y risas compartidas. Sin lugar a dudas ese sería su santuario.
Mientras se movían por la casa, el entusiasmo y la energía de los cuatro flotaban en el aire. Linda no podía dejar de sonreír al ver a los hermanos Miller, con sus miradas brillantes y risas contagiosas, mientras discutían sobre los colores de las paredes y