El día estaba bastante frío, el viento soplaba con fuerza en el exterior y nubes grises se aglomeraban unas con otras en el firmamento, por lo que Linda decidió ponerse su viejo abrigo gris. Se observó minuciosamente en el espejo, a pesar de sus fachas simples lucía impoluta. Antes de abandonar su modesta habitación procuró pintar sus labios de carmín, no era un color que en sí le guste mucho, pero su amiga Linsy le aconsejó hacerlo. Según ella, a los hombres le gustaba bastante cuando las mujeres se pintaban la boca de rojo, Linda no tenía experiencia en hombres, pero sabía que su amiga sí.
El sonido del claxon la hizo sobresaltarse, el chófer de Baphomet había llegado. Se da una última mirada en el espejo para luego abandonar con prisa su habitación, chocando en el pasillo con su abuela, quién la miró con cierta desconfianza alzando una de sus canosas cejas.
—¿A dónde crees que vas, jovencita? —La anciana se cruzó de brazos, manteniendo una expresión hostil.
—Abuela, no me malinterpretes, solo voy a una entrevista de trabajo. Volveré pronto, lo prometo. —Deja un fugaz beso sobre la frente de la anciana.
—Ve con cuidado Linda y cuando regreses me debes una buena explicación. —Dijo la anciana con cierta molestia, observando la silueta de su nieta diluirse por la puerta.
—Si, abuela, prometo contarte todo cuando regreses. —Le dedicó una radiante sonrisa.
•••
Durante el trayecto en auto, Linda se sintió bastante cohibida, el chófer era un hombre mayor, de pelo cano y facciones duras. Desde que la recogió en ningún momento le dirigió siquiera una mirada, la expresión del hombre era seria y la hacía sentir bastante insegura.
Atravesaron toda la ciudad ingresando posteriormente a la zona más exclusiva de Los Ángeles, "Bel Air" uno de los barrios más lujosos de la zona. Ahí solo vivían los más ricos y Linda solo había visto aquel sitio mediante fotografías o la televisión.
Dejándose deslumbrar por el lujo que irradiaba aquel barrio residencial, Linda pegó su aniñado rostro a la ventana, abriendo grande sus ojos miel y sonriendo como una boba. Por un momento pensó en su deuda, imaginó que para el misterioso Baphomet, pagarla sería como quitarle un pelo a un gato.
El sitio en el que ella vivía parecía un basurero al lado de esto, por un momento creyó que estaba dentro de un sueño y que en cualquier momento despertaría en su realidad. De pronto se sintió mal por pensar de esa manera, por que su abuela se sacrificó por darle siempre lo mejor dentro de sus condiciones y capacidades.
Cuando el automóvil se detuvo frente a una inmensa casa, mejor dicho, una lujosa mansión, Linda quedó sin aliento. No entendía como un hombre tan jodidamente rico necesitaba pagar por sexo. De pronto, cayó en cuenta de por qué ella estaba en ese sitio y se sintió tan nerviosa que tropezó con uno de los peldaños de las escaleras y se fue de bruces contra el suelo.
Apretó los ojos con fuerza, pensando que se estrellaría contra la pulida piedra que decoraba el piso de la entrada. Pero no fue así, antes de caer, unos fuertes brazos la sostuvieron y cuando alzó la mirada se encontró con el hombre más hermoso que jamás haya visto.
—Señor, ella es la joven —el chófer hizo una leve reverencia y se alejó de la entrada.
Así que ese hombre era Baphomet, definitivamente era mucho más atractivo de lo que imaginó. Parecía casi irreal con su fabuloso cuerpo enfundado en ese costoso traje negro.
—Muchas gracias... —Linda se enderezó y se apartó de sus brazos sintiéndose demasiado avergonzada. ¿Por qué siempre debían de pasarle esas cosas a ella?
—Al menos lo atractiva compensa esas fachas y tú torpeza —le dedica una sonrisa ladina y ante las palabras del hombre, Linda se siente aún más avergonzada. —Sigueme por favor, necesito explicarte lo que busco y ver si estás dispuesta a darme lo que yo necesito.
—Claro, justamente a eso vine —muerde su labio inferior, sintiéndose estúpida de pronto por tal respuesta. ¿Pero quién podía culparla por sentirse de esa manera? Baphomet tenía un aura intimidante.
Baphomet, un hombre misterioso, atractivo y rico, de pronto, Linda se sintió dentro de un sueño, pero se despabiló cuando la guió hacia el interior de esa fabulosa mansión. Linda se quedó sin aliento al ver la opulencia que la rodeaba. La casa estaba decorada con muebles de lujo, alfombras de seda y obras de arte de renombrados artistas. Era evidente que Baphomet era alguien de gran riqueza y poder.
Linda seguía a Baphomet, admirando cada rincón de la casa. Finalmente, llegaron a una inmensa oficina en la parte trasera de la mansión. Las paredes estaban adornadas con estanterías repletas de libros y objetos antiguos. En el centro de la habitación, un escritorio de roble macizo se erguía imponente, frente a unos inmensos ventanales que ofrecían una vista espectacular del jardín.
Baphomet se sentó detrás del escritorio y le indicó a Linda que tomara asiento frente a él. La joven, con cierta timidez se sentó frente al hombre, encogiéndose un poco en su sitio. Linda no podía evitar sentirse atraída por la presencia magnética de Baphomet. Su voz profunda y su mirada intensa la hipnotizaban, y su corazón latía con fuerza en su pecho.
De repente, el cielo se oscureció y las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer contra los ventanales. Linda se levantó de su silla y se acercó a la ventana, observando cómo la lluvia empapaba los jardines y los árboles. El sonido de las gotas golpeando el cristal era hipnótico, y por un momento, se sintió transportada a otro mundo.
Baphomet se levantó de su asiento y se acercó a Linda, colocando su mano en el hombro de la joven. Ella se estremeció con el contacto, sintiendo una electricidad palpable entre ellos. Sin decir una palabra, Baphomet la atrajo giró y fijó su intensa mirada en ella. Linda jadeó bajito y sus mejillas se tornaron de un intenso carmín. No supo cómo o por qué, pero de pronto, la distancia entre ambos se redujo a cero y los labios de Baphomet se estrellaron contra los suyos.
El beso fue como un fuego que ardía dentro de Linda, consumiéndola por completo. Su mente se nubló y solo pudo concentrarse en las sensaciones que invadían su cuerpo. Se entregó por completo a la pasión del momento, sintiendo una conexión profunda con Baphomet que trascendía cualquier cosa que hubiera experimentado antes.
Cuando se separaron, Linda estaba sin aliento y con el corazón acelerado. Miró a los profundos ojos de Baphomet y supo en ese momento que su vida nunca volvería a ser la misma. Baphomet sonrió con suficiencia mientras apartaba un mechón de cabello del rostro de la joven.
—Has pasado la prueba, gatita sumisa. Ahora te invito a tomar asiento, necesito explicarte mis exigencias para posteriormente conocer tu precio. —El hombre volvió a su escritorio sin siquiera inmutarse.
—Si... —Susurró al momento que se palpaba los labios con sus dedos, aún absorta en el reciente beso.
Linda era una joven hermosa, siempre lo fue, pero jamás tuvo tiempo para desperdiciarlo con muchachos. Su vida siempre se dividió entre estudiar, trabajar y cuidar de su abuela, el amor no era algo que le importe demasiado y no tenía tiempo para perderlo en una relación. Ella no abandonaría a quien tanto amaba por un hombre, no sería como su madre.
—¿Deseas beber algo? —La profunda y masculina voz de Baphomet la estremeció de pies a cabeza. ¿Qué carajos le estaba pasando?
—No, muchas gracias. Me gustaría que fuera directo al grano —se encogió ligeramente de hombros.
—Esta bien, —se recargó en el respaldo de su cómoda silla. —Busco una mujer atractiva, joven y de buen cuerpo, que este dispuesta a trabajar para mí. La persona que acepte, deberá de hacerse cargo de complacerme sexualmente, acompañarme a algunos eventos y de igual modo complacer a mis dos hermanos menores. En conclusión, serás nuestra puta exclusiva. —Esboza
una sonrisa torcida. —¿Qué opinas?
El corazón de Linda se agitó dentro de su pecho.