Lana
Iba a dejar la compañía después de esa mañana llena de agujeros de astillas entre Leon y yo.
— Espera Lana.
— ¿Qué pasa? — Me sorprende que Gabriela haya venido a hablar conmigo, ella es siempre una de las que hablan muy mal de mí.
— Necesito que me acompañes al hospital, hay alguien que necesita hablar contigo.
— ¿En el hospital?
Ella asintió, pidió un taxi y entramos.
— Rafael no se va a sentar hasta que se ponga en contacto contigo.
— ¡No conozco a ningún Rafael! — Respondí enseguida.
— Pero apuesto a que conoces a Ana Claudia, ¿estoy equivocada?
Sí, ya lo sé.
Apenas llegamos, fuimos a la recepción y conseguimos permiso para ir a su habitación. Al parecer, había pasado por una situación de vida o muerte.
— ¿Eres Lana? — preguntó si se acomodaba mejor en la cama.
— Sí, soy yo.
— ¿Te importa dejarnos solos un momento, Gabriela?
— Está bien, estaré afuera si me necesitan. — Gabriela salió notablemente enojada.
— Siéntate, lo que tengo que decir puede tomar un tiempo.
Me senté en