Sasha
La luz de la mañana penetra lentamente en la habitación, salpicando las paredes con su brillo pálido, contrastando con las sombras profundas dejadas por la noche. La guerra ha terminado. Pero no es el fin de las consecuencias. Cada victoria tiene su precio, cada sacrificio su eco. La sensación de libertad es extraña, como una segunda piel demasiado grande, que no se logra domar de inmediato.
Miro a Dante, sentado en silencio, con los ojos fijos en el horizonte. No ha dicho una palabra desde la caída de Aldo. No es su estilo dejarse abrumar por las emociones, pero sé que lleva el peso de lo que hemos hecho. Lo que nos hemos visto obligados a hacer. Detrás de su frialdad, siempre hay una parte de él que duda, una parte que se pregunta si valió la pena. Pero no lo muestra. Nunca lo mostrará.
Dante, digo suavemente acercándome a él.
Él gira la cabeza lentamente, sus ojos oscuros posándose en mí, pero su mirada está lejana, perdida en pensamientos invisibles.
Se acabó, murmura. La gu