Sasha
Las horas se estiran en un silencio pesado, casi sofocante. La noche es negra como el carbón, la oscuridad no dejando filtrar nada, ni la luz de las estrellas ni la de la luna. Es una noche que parece suspendida en el tiempo, un último suspiro antes de la tormenta. Y, sin embargo, no consigo encontrar el sueño. Cada pensamiento me lleva a la misma pregunta: ¿estoy lista para sacrificar lo que queda de mi dignidad, de mi humanidad, por esta guerra?
La guerra que se aproxima, que se dibuja en nuestros rostros como un velo de sombra, no es solo una cuestión de supervivencia. Es una cuestión de perderlo todo. O ganar todo. La frontera entre ambos es tan fina como un hilo de seda, y no sé de qué lado me encuentro.
Miro a Adrian. Él está tumbado en el sofá, su mirada perdida en el vacío. Su silueta está aún más marcada por el cansancio que hace un rato, y sus rasgos están tensos. Parece absorto en sus pensamientos, pero sé que me siente. Me siente observar cada movimiento, cada gesto, mientras intenta encontrar la fuerza necesaria para afrontar lo que nos espera.
Me levanto, mis pies rozando el suelo frío, mis pensamientos oscuros como la noche. Siento que el más mínimo movimiento que hago me acerca a un punto de no retorno. Una parte de mí quiere retroceder, evitar lo que parece inevitable. Pero ya no hay lugar para la duda. Mañana, todo comienza.
Me acerco a él, deteniéndome justo al lado del sofá, y me siento suavemente. Él gira lentamente la cabeza hacia mí, su mirada penetrante tratando de entender lo que siento. No puedo mentirle. No puedo ocultarle mi miedo. Debe saber que, aunque estoy lista para seguirlo en esta guerra, algo en mí tiembla. Algo se niega a dejarse consumir por este mundo de tinieblas y sangre.
— Adrian, murmuro, casi para mí misma. ¿Estás seguro de que no hay otra solución? ¿Otra forma de deshacernos de todo esto sin tener que sumergirnos en esta violencia… sin perder todo lo que tenemos?
Él guarda silencio un momento, reflexionando sobre mis palabras. Veo en sus ojos que entiende la pregunta. Sabe que hablo de más que de la guerra que nos espera. Hablo de todo lo que podría perderse si no logramos navegar en esta tormenta.
Finalmente se sienta, incorporándose, y pone una mano en mi muslo, un gesto tierno, pero firme.
— Sé lo que sientes. Tengo el mismo miedo, Sasha. Pero estoy convencido de que no hay otra opción. Si dejamos que los Vassili se impongan, si los dejamos controlar este mundo, todo lo que hemos construido, todo lo que somos, será destruido. Renée puede ser nuestra salida. Tiene sus defectos, tiene sus intenciones dudosas, pero tiene un arma que no tenemos: su conocimiento de los Vassili, de sus debilidades.
Se interrumpe, como si esas palabras fueran más difíciles de decir de lo que pensaba. Parece casi avergonzado de tener que llegar a este punto, de tener que poner toda nuestra destino en manos de Renée, una aliada tan incierta como peligrosa. Puedo ver el conflicto en él. Lo siento, ese mismo conflicto que me atormenta.
— Pero, ¿podemos confiar en ella? repito. ¿Podemos realmente creer que jugará para nuestro equipo, incluso después de todo lo que nos ha hecho?
Adrian aprieta los dientes, como si quisiera rechazar esos pensamientos, pero no puede. Sabe, al igual que yo, que Renée es una incógnita en esta guerra, un factor que no podemos controlar. No tenemos otra opción que confiar en ella, por ahora. Pero, ¿a qué precio?
— No, no sé si podemos confiar en ella. Pero sé que no tenemos otra opción, dice finalmente, su voz más dura. Ella es el único vínculo que tenemos con los Vassili, y si queremos ganar, debemos jugar el juego. No hay lugar para la vacilación.
Cierro los ojos un momento, tratando de calmar los tormentos que se agitan en mí. Nunca he sido una gran fan de las alianzas dudosas, pero este mundo en el que vivimos no deja lugar a los compromisos. Si no jugamos el juego, si no hacemos lo que se requiere, entonces estamos condenados a perder.
Pero, ¿perder qué, exactamente? ¿Qué es lo que realmente tenemos que perder en esta guerra? Nuestras vidas, por supuesto. Pero más allá de eso, ¿qué queda cuando uno se pierde en esta batalla de poder, mentiras y traiciones?
— ¿Y si fracasamos? pregunto, mi voz quebrada por un miedo latente. ¿Y si todo se derrumba?
Él me mira largo rato, sus ojos oscuros y graves fijos en mí. Luego se inclina hacia adelante, poniendo sus manos sobre mis hombros con una fuerza tranquila. Su calor me reconforta un momento, pero solo acentúa la pesadez del momento.
— Si fracasamos, no hay vuelta atrás. Pero creo en nosotros, Sasha. Creo que podemos hacerlo. Creo que tú y yo tenemos lo que se necesita para llevar esta guerra hasta el final, y salir victoriosos.
Cierro los ojos un momento, sintiendo el calor de sus manos sobre mi piel. Pero en el fondo de mí, persiste otro pensamiento. ¿Y si, al final, la victoria fuera una trampa, una trampa de la que nunca saldríamos?
Me esfuerzo por apartar ese pensamiento. Por ahora, solo existe él, y solo él. No tenemos otra opción que seguir avanzando, juntos.
— Entonces, hagámoslo, digo con una voz fuerte, más segura. Hagámoslo ahora. Por nosotros, por nuestro futuro.
Él asiente, una leve sonrisa apareciendo en sus labios. Es una sonrisa cansada, pero también es una sonrisa de esperanza. Toma mi mano y se levanta, llevándome con él.
La noche aún es joven, pero sé que por la mañana, todo será diferente. La guerra comienza. El camino que se abre delante de nosotros es incierto, pero una cosa es segura: lo recorreremos juntos, cueste lo que cueste.
La noche avanza, los minutos deslizándose como perlas en un hilo. Las tinieblas se cierran a nuestro alrededor, y mañana, todo cambiará. Pero por ahora, tenemos un último momento de paz. Y aunque solo sea un instante, me aferro a él.
La guerra comienza.
AdrianLa luz del día comienza a asomar en el horizonte, pero su brillo no es suficiente para disipar la sombra que pesa sobre mí. Cada rayo de sol que atraviesa la habitación me recuerda que estamos a punto de tomar decisiones que definirán nuestro futuro. Y no hay vuelta atrás. Cuanto más me acerco al momento en que comenzará el ataque, más me inunda la realidad de esta elección. Puedo sentir los pesos de la duda y la culpa apilándose sobre mis hombros.Soy un hombre roto, un hombre que ha vendido su alma para obtener lo que quería. Todo lo que he logrado, todo lo que me he convertido, solo ha servido para hacerme más decidido a no perder lo que he construido. Pero hoy, ya no son mis ambiciones personales las que importan. Es ella. Es Sasha.Giro la cabeza hacia ella, la silueta grácil y silenciosa que se encuentra cerca de la ventana, con la mirada fija en el exterior. Parece lista para todo, dispuesta a enfrentar este mundo de violencia y traiciones, pero sé que, en el fondo, está
SashaEl aire de la noche es pesado, casi sofocante. Cada aliento que tomo parece cargado de una anticipación eléctrica, como si la tierra misma se estuviera preparando para la explosión que pronto sacudirá este mundo. La guerra se acerca, y todo lo que he conocido, todo lo que he amado, todo lo que he temido, está a punto de chocar con una realidad mucho más violenta y oscura. La batalla en la que vamos a participar no es solo una lucha entre clanes, entre lobo y vampiro. Es la confrontación entre el amor y el poder, entre la lealtad y la traición, entre la vida y la muerte.Estoy de pie en el vestíbulo de la casa, observando la noche que se extiende ante nosotros, más allá de las puertas abiertas. La luz de las antorchas proyecta un brillo tembloroso sobre las paredes, proyectando sombras danzantes, como espectros del pasado que regresan para atormentarnos. Todo está en calma, demasiado en calma. El viento susurra suavemente, como un murmullo que viene del más allá, pero en el fondo
SashaLa niebla se extiende sobre la ciudad como una mortuoria manta, sofocando toda luz. La oscuridad nos rodea, pero nuestros pasos resuenan sobre los adoquines húmedos, rompiendo el silencio mortal que reina antes de la tormenta. Avanzamos lentamente, mis sentidos alerta, cada movimiento minuciosamente calculado, cada respiración medida. Adrian camina a mi lado, su rostro tan impasible como una estatua, pero sé que siente la misma tensión que yo, esa presión que pesa sobre nuestros hombros como una carga insoportable.Las calles de la ciudad parecen desiertas, pero sé que es una ilusión. El enemigo está allí, escondido en las sombras, esperando su momento. Y yo, estoy lista. Lista para enfrentarme, lista para sacrificar todo lo que tengo para que nuestra visión se realice. Porque en el fondo de mí, sé que esta guerra no es solo una cuestión de poder. Es una guerra por el futuro, por nuestro derecho a vivir juntos, sin tener que huir constantemente, sin tener que escondernos. Pero m
SashaLa tierra tiembla bajo nuestros pies mientras la batalla arde a nuestro alrededor, un torbellino de violencia, furia y sangre. El ruido de los cuerpos golpeando el suelo, los aullidos de las criaturas heridas, todo se mezcla en una sinfonía macabra que parece no tener fin. Pero en medio del caos, un solo pensamiento se impone en mi mente, tan nítido como la hoja de un cuchillo: debemos ganar. No importa los sacrificios, no importa lo que cueste. Debemos ganar, porque todo lo que hemos construido podría desmoronarse en un instante si fracasamos.Adrian está a mi lado, inflexible, una bestia enfurecida en su combate. Sus ojos oscuros, llenos de una determinación feroz, están fijos en sus enemigos, y puedo ver la rabia que lo habita. Lucha con una precisión casi sobrenatural, un movimiento fluido, rápido, casi hipnótico. Pero no es lo único que me doy cuenta. También está el miedo, oculto en el fondo de sus pupilas. No el miedo a morir, sino el miedo a perder. A perder todo lo que
SashaLa bruma del veneno se ha disuelto, pero una nueva forma de fatiga me invade ahora, más profunda, más tenaz. Cada respiración es una lucha, cada latido del corazón un recordatorio de la fragilidad de nuestra existencia. Sin embargo, estoy de pie, al lado de Adrian y Dante, mientras enfrentamos la última ola de nuestros enemigos. La tensión que flota en el aire es palpable, como una espada lista para cortar.Nuestros pasos resuenan sobre el suelo húmedo, y avanzamos en esta arena de muerte y destrucción, donde solo los más fuertes sobreviven. La batalla que rugía a nuestro alrededor se desvanece poco a poco. Los vampiros, los mercenarios, los traidores, todos están muertos o huyendo. Sin embargo, esta victoria tiene un sabor amargo, porque la verdadera lucha aún está por delante: la lucha por el poder, la lucha por el control de lo que queda del territorio, de la familia, de la vida. Y todo esto tiene un precio.Adrian aprieta los puños a mi lado, su mirada fija en el vacío, en e
SashaLa noche ha caído, pesada y silenciosa, envolviendo la ciudad con un manto oscuro. Las luces de las calles parpadean, como estrellas muertas que intentan volver a encenderse, pero la sombra de la guerra es más fuerte, más persistente que el brillo de la esperanza. Camino en silencio al lado de Adrian y Dante, nuestro trío nuevamente unido, pero con una nueva tensión, una conciencia compartida de que todo lo que hemos construido puede desmoronarse en un instante.La guerra no ha terminado. Ni siquiera ha comenzado, en el fondo. Lo que hemos visto, lo que hemos atravesado, no ha sido más que un calentamiento, un aperitivo. El verdadero desafío comienza ahora. Las otras facciones, aquellas que se han mantenido al margen, comienzan a inquietarse. Los lobos. Los vampiros. Y otros más, jugadores ocultos en las sombras, listos para hacer lo que sea necesario para apoderarse de lo que nos pertenece.— Hay que actuar rápido —lanza Dante, rompiendo el silencio con su voz grave—. Los otros
SashaLos ecos de voces, susurros, amenazas, se entrelazan en el aire denso de la sala. Las caras a mi alrededor están marcadas por expresiones de desconfianza y cálculo, pero las veo. Veo en el fondo de los ojos enemigos, aliados igualmente frágiles, un destello de incertidumbre. Nadie está a salvo aquí. Cada palabra, cada movimiento podría ser el que sella nuestro destino. La tensión es palpable, más viva que nunca, como si la más mínima chispa pudiera incendiar la habitación y, con ella, todo lo que hemos construido. Todo lo que hemos sacrificado.Me siento extrañamente tranquila, una calma glacial que me atraviesa, como una ola negra de un mar embravecido, pero que no me ahoga. Al contrario, me impregna, me solidifica. Miro a Adrian, que se encuentra a mi lado, impasible, su mirada tan afilada como el acero. Él siempre es quien lleva la batuta. Él que me ha mostrado que no hay lugar para la duda en este mundo. Él que, con sus puños de acero, ha roto tantos sueños y ambiciones, aho
SashaEl calor de la batalla aún está en mis venas. El sabor de la sangre, el olor metálico que impregna el aire, los ruidos sordos de los cuerpos golpeados, el caos a mi alrededor – todo esto se mezcla en una danza violenta que me empuja a ir siempre más lejos. Los vampiros caen uno a uno bajo la presión de nuestros ataques. Cada golpe asestado es un mensaje, una advertencia para aquellos que se atrevan a desafiar nuestro poder. Los lobos, por salvajes que sean, obedecen a un solo mandato, a un solo principio: sobrevivir y reinar.Hago una pausa un momento, en un callejón sombrío del vestíbulo principal, para recuperar el aliento. Mis ojos buscan a Adrian en medio de los combates. Él está allí, implacable, una silueta sólida, inquebrantable, atravesando la noche con sus ojos de acero. La lucha está por todas partes a su alrededor, pero parece a gusto, como una bestia en medio de una tormenta.Entonces me giro hacia Dante. Sus ojos no abandonan ni un instante la escena, calculando cad