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Capítulo 38 – El Pacto Oscuro

Adrian

Dante es el primero en romper el silencio.

— Renée, si lo que dices es cierto, entonces todavía tienes un pie en los dos mundos. ¿Cómo podemos saber que no estás jugando un doble juego? Eres un miembro importante de los Vassili. Podrías traicionarnos en cualquier momento.

Renée no se inmuta. Está tranquila, casi demasiado tranquila. Sabe que Dante, con su experiencia, no toma nada al pie de la letra. Pero tiene un as bajo la manga: conoce las debilidades de los Vassili mejor que nadie.

— No tienen opción, Dante —responde con una voz fría y cortante—. Si quieren ganar, deben aceptar este riesgo. Saben que el ataque debe ser repentino y decisivo. Es su única oportunidad. Y si me dejan actuar, les abriré puertas que ni siquiera pueden imaginar.

Me enderezo en mi silla, sintiendo cómo la calidez de la irritación se apodera de mí. La guerra que se avecina, esta guerra contra los Vassili, es más compleja de lo que había anticipado. Renée tiene razón, no tenemos mucho tiempo. Pero, ¿realmente puedo confiar en ella? La lealtad, en este mundo, es una moneda demasiado valiosa para aceptarla a la ligera.

— ¿Qué puertas? —pregunta Sasha, su mirada penetrante fija en Renée—. ¿Y por qué deberíamos creerte?

Renée toma un instante antes de responder. Sus ojos brillan con una luz extraña, como si midiera cada palabra.

— Ustedes piensan que los Vassili son invencibles. Pero en realidad, están divididos. El poder entre ellos es frágil. La nueva generación de Vassili está en guerra interna, y una parte de ellos desaprueba los métodos brutales de su actual líder. Ahí es donde puedo ser útil. Si me dan acceso a sus bases, a sus recursos, les haré descubrir sus secretos más oscuros.

Una tensión palpable se instala entre nosotros. Si lo que dice es cierto, podría cambiar las cosas. Pero la pregunta es: ¿hasta dónde podemos llegar con esta alianza? He visto alianzas frágiles romperse en un instante, y no tengo intención de caer en la misma trampa. Especialmente ahora.

Me giro hacia Sasha. Ella está en silencio, con los brazos cruzados, sus labios ligeramente apretados como si estuviera sopesando cada opción.

— ¿Crees en ella? —le pregunto, con voz grave.

Ella me mira, y veo la lucha en sus ojos. La vacilación. El miedo. Pero también una determinación que nunca ha sido tan evidente. No quiere elegir el camino fácil. No quiere huir. Quiere luchar, cueste lo que cueste.

— No lo sé, Adrian —responde finalmente—. Pero si quieres que ganemos, no tenemos el lujo de rechazar a los aliados que se presentan. Incluso si ella es una apuesta arriesgada. Debemos avanzar, juntos.

Dejo que un silencio se extienda, mi mano crispada sobre la mesa. Todo en mí grita que desconfíe de ella, pero otra parte de mí sabe que necesitamos esta oportunidad. Y tal vez, solo tal vez, Renée no sea la única que oculta sus verdaderas intenciones.

— Está bien —digo finalmente, mi mirada fija en la de Renée—. Pero ten en cuenta esto: si nos traicionas, lamentarás cada segundo de tu existencia. No somos amateurs en este juego.

Ella esboza una sonrisa, pero no es una sonrisa de victoria. Es una sonrisa oscura, como si ya supiera que no hay vuelta atrás para ninguno de nosotros.

— No tienen que preocuparse. No soy una traidora. Pero la guerra, ella, no perdonará a nadie. Y si quieren que esta guerra sea a nuestro favor, entonces deben seguirme.

Dante se levanta bruscamente, un destello de ira en sus ojos, pero lo calmo con un gesto.

— Se acabó el tiempo de discutir. Tenemos un plan que implementar, y debe hacerse rápido. El ataque se lanzará mañana por la noche. Estén listos.

Nos intercambiamos miradas silenciosas, conscientes de que el paso que nos espera será decisivo. La guerra contra los Vassili no se reduce simplemente a batallas físicas. Es una guerra de mentes, una guerra de estrategia y manipulación. Si Renée es sincera, entonces este plan podría ofrecernos una victoria inesperada. Pero si está jugando un doble juego, entonces estaremos atrapados. Y en este mundo, las trampas no son fáciles de eludir.

Sasha se acerca a mí, su mano rozando la mía. No necesita decir una palabra para que entienda lo que siente. El miedo está presente, palpable. Pero no hay vuelta atrás.

— Lo vamos a hacer, Adrian. Vamos a ganar.

La miro y siento el peso de sus palabras. No tenemos opción. La guerra está aquí, y con ella, sacrificios que aún no podemos imaginar. Pero la llevaremos a cabo, juntos. Y pase lo que pase, haré todo lo posible para que Sasha y yo salgamos victoriosos.

La puerta de la sala se cierra tras nosotros. La guerra comienza ahora.

Sasha

La noche ha caído, pero la oscuridad que nos rodea es mucho más que la del cielo. Es una oscuridad palpable, opresiva, que parece engullir todo lo que somos. Nuestras decisiones, nuestro futuro, todo está suspendido en un hilo frágil. La guerra ya no es un concepto lejano. Está aquí, en cada rincón de esta habitación, en cada aliento que tomamos. Vamos a atacar, pero ¿a qué precio?

Estoy cerca de la ventana, observando las calles desiertas abajo. Las luces de las farolas parecen lejanas, como un mundo que ya no reconozco. Mi mirada se pierde en el infinito, buscando algo reconfortante en este mar de incertidumbre. Pero no hay nada. Nada más que la cruda verdad: mañana, todo cambiará.

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