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Capítulo 37 – La Aliada Improbable

Adrián

— Necesitas aliados, ¿no? —dijo ella, su voz calma pero incisiva. Y estoy aquí para ofrecerte uno.

Dante se tensa instantáneamente, su mano rozando la pistola en su cinturón, pero lo detengo con un gesto. Renée no está aquí para atacarnos. No todavía. No por ahora.

— ¿Qué quieres? —pregunto, con los ojos fijos en los suyos.

Ella se queda inmóvil, su mirada calculadora posándose en cada detalle de la habitación, en cada movimiento que hacemos. Parece evaluar cada opción, cada salida, como si supiera que puede manipular la situación a su antojo.

— Quiero que ganen —responde simplemente—. Que aniquilen a los Vassili. Porque, al igual que ustedes, estoy cansada de esta guerra inútil.

Frunzo el ceño, una desconfianza profunda me aprieta la garganta. Renée es parte de la élite de los Vassili, uno de sus líderes más temidos. ¿Por qué querría de repente unirse a nosotros, sabiendo exactamente lo que eso implicaría?

— ¿Por qué? —repite Sasha, su voz recelosa—. ¿Por qué cambiar de bando? ¿Qué quieres a cambio?

Una sonrisa siniestra se dibuja en los labios de Renée. Da un paso adelante, un movimiento fluido, casi hipnótico.

— Quiero poder. Quiero un lugar entre los sobrevivientes de esta guerra, un poder más grande que el que los Vassili me ofrecen. Ustedes tienen todo lo que busco. ¿Una guerra abierta contra su propio clan? Están haciendo todo lo necesario. Y tengo una forma de ayudar.

El silencio cae sobre la habitación. Siento la tensión entre nosotros, el aire cargado de cada decisión, de cada palabra intercambiada. Renée, la enemiga, acaba de entrar en nuestro campamento, y todo lo que ocurra ahora podría ser la clave para nuestra victoria o nuestra perdición.

— ¿Y cómo piensas ayudarnos? —pregunto, mi voz impregnada de escepticismo.

Ella frunce el ceño.

— Infiltrándome en las filas de los Vassili. Tengo contactos. Conozco sus debilidades. Pero eso requiere más que una simple alianza. Deben aceptar confiar en mí. Y debo decirles algo, algo que todos ustedes ignoran… Los Vassili no están tan unidos como creen. Hay disensiones entre ellos. Puedo usarlas en su contra.

Dudo. Su oferta es tentadora, pero hay algo en su mirada que me dice que la traición siempre es una opción con ella. La guerra entre los Vassili y los Morvan es ya una danza frágil, y este tipo de acuerdo podría volverse fácilmente en nuestra contra.

— ¿Por qué no simplemente huir con tu propio clan? —pregunta Dante, con los ojos entrecerrados, desconfiado.

— Porque soy un peón en su juego, Dante. No tengo elección. Pero ustedes, tienen todo lo necesario para revertir la situación. Solo tienen que darme lo que quiero. Un lugar a su lado. La guerra por el poder apenas comienza, y estoy lista para ser una de sus arquitectas.

Ella se vuelve hacia Sasha, con una sonrisa casi respetuosa en los labios.

— ¿Y tú, Sasha, qué eliges? ¿La guerra de hombres y vampiros, o un camino diferente? Un camino donde reinarás, junto al hombre que elijas, y no el que el destino te imponga.

Sasha permanece en silencio un momento, con la mirada perdida en la oscuridad. La tensión en el aire es palpable, como una nube lista para estallar en tormentas. Ella gira lentamente la cabeza hacia mí. Veo la decisión en sus ojos. Ha visto lo que yo he visto: la oportunidad y el peligro que vienen juntos.

— Elijo la guerra —responde finalmente, pero con un tono que aún no ha utilizado—. Elijo no ser solo una pieza en este juego de poder. Vamos a ganar. Todos juntos.

Dante suelta un suspiro, echando una última mirada desconfiada a Renée antes de asentir.

— Está bien —dice—, pero ten en cuenta una cosa, Renée: si nos traicionas, no vivirás para contarlo.

Ella inclina la cabeza, como un desafío silencioso.

— Cuenta conmigo, Dante. No se arrepentirán.

Y así, una nueva alianza improbable nace en la sombra de la guerra. Pero en este mundo de sangre y poder, la lealtad siempre es una moneda frágil.

Sasha

El peso de las decisiones recae sobre mis hombros, pero sé que cada elección que hacemos hoy determinará nuestro futuro. El olor de sangre y metal se mezcla con el de miedo, pero en el fondo, no es el miedo lo que me guía. Es el amor. El amor por Adrián, por lo que debemos hacer. La guerra apenas comienza, pero esta vez tenemos más que armas. Tenemos aliados.

El crepúsculo se acerca, pero nuestra hora aún no ha llegado.

Adrián

Los días siguientes a la aparición de Renée han sido un torbellino. La alianza con ella, por arriesgada que sea, ha resultado necesaria. La tensión en nuestro campamento ha aumentado de forma exponencial, y ahora sabemos que cada movimiento que hacemos podría ser vigilado por los Vassili. Pero, paradójicamente, eso también nos da una cierta sensación de control.

Hoy, nos reunimos en una antigua sala de conferencias, en algún lugar de los sótanos de un edificio abandonado. La luz es tenue, y el aire es pesado, casi sofocante. Sasha, Dante, Renée y yo estamos allí, cada uno con su propia carga sobre los hombros. El plan debe ejecutarse con una precisión milimétrica, de lo contrario, todo se desmoronará.

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