Morgana
La oscuridad se extiende a nuestro alrededor, viva, amenazante. El aire mismo parece vibrar con una energía malsana, como si el mundo contuviera el aliento ante el enfrentamiento que se avecina. Mis dedos se aprietan sobre la fría piedra del talismán que cuelga de mi cuello. Pulsando al ritmo de mi corazón, un latido de angustia y determinación entrelazados.
Dorian y Lucian están a mi lado, sus rostros congelados en una tensión palpable. Todos sabemos que este momento era inevitable. Que desde el principio, caminábamos hacia este instante preciso donde todo cambiaría.
De repente, una sombra se perfila en la nada. Una figura alta y esbelta, con contornos indistintos, como si estuviera hecha de la noche misma. Sus ojos resplandecen en la oscuridad, y una sonrisa distorsionada se dibuja en su rostro espectral.
— Han venido, murmura una voz grave y resonante.
Es él. Aquél que se oculta tras las visiones, tras la maldición que me atormenta desde hace siglos. El arquitecto de mi suf