Maya se despertó gritando. Darshen estaba allí antes de que el sonido se detuviera. Manos en sus hombros. Sin sujetarla. Solo allí. "Estás a salvo. Maya, estás a salvo."
No podía respirar. El sueño. La camioneta. La cinta. El cuchillo. "Respira," dijo Darshen. "Adentro. Afuera. Adentro. Afuera. Conmigo." Intentó. Falló. Intentó de nuevo.
Lentamente. Lentamente. El aire llenó sus pulmones. "Así está." Su voz permaneció calmada. Firme. "Estás bien. Te tengo." Maya miró alrededor. El apartamento de Darshen. Luz de la mañana a través de las ventanas. No el almacén. No la oscuridad.
"Lo siento." Su voz salió áspera. "Lo siento."
"No." Se sentó hacia atrás. Le dio espacio. "No te disculpes por las pesadillas."
"Esta es la tercera esta semana." Su voz tembló.
"Lo sé." Dijo calmándola.
"Pensé que se detendrían." Se veía histérica.
"Lo harán. Eventualmente." Dijo dándole palmaditas. Maya subió sus rodillas. Envolvió sus brazos alrededor de ellas. "¿Qué hora es?"
"Ocho."
"No dormiste de nuevo."