THANE

Entro en mi oficina grande, con sus paredes de madera oscura y sus ventanas que van del suelo al techo. Me sirvo un trago de whisky en un vaso de cristal tallado, y lo hago girar lentamente mientras contemplo la ciudad a través de la ventana.

Me sentí impactado por su vulnerabilidad, a pesar de que mi presencia como alfa suele intimidar a aquellos que me rodean. La forma en que ella se movía con ansiedad, la venda que cubría sus ojos, y su determinación en la mirada que podía sentir a pesar de la cobertura, todo ello me golpeó de manera inesperada.

Intente ser claro con ella, pero no pude, sinceramente, me distrajo demasiado su belleza y eso que es mi enemiga. Pero nunca me senti, atraido por una loba como esa mujer me atrajo con su mirada.

es muy hermosa y lamento tanto que no sea una loba como nosotros, que no sea de mi especie, sino de la especie que me prometi erradicar.

Por un momento, me olvidé de mi propia autoridad y me sentí atraído por la fragilidad que emanaba de ella. Tuve que salir prácticamente huyendo, incapaz de procesar mis propios sentimientos en ese momento. Su presencia me afectó de una manera que no esperaba.

Kaelos entra a la oficina, con una sonrisa en su rostro.

—¿Cómo te fue con la prisionera? —pregunta, acercándose a mí.

Tomo un sorbo de mi trago, sintiendo el sabor amargo y fuerte del whisky.

—Es realmente una mujer muy hermosa—digo, sin poder evitar una sonrisa.

Kaelos se ríe.

—Sí, al igual que su hermana—dice, con un tono de diversión.

Me vuelvo hacia él, con una ceja levantada.

—Supongo, no me interesa la hermana, solo ella, y su maldito poder—como ella dijo, es ironico que mate a su especie, pero de todas maneras lo necesite.

—¿Por qué te la trajiste? —pregunta Kaelos..

—Fue la única forma de poder negociar con ella. Valientemente intentó asesinarse, así que no tuve otra opción. Le prometí que no le íbamos a hacer daño a su familia ni a su manada, y sus hermanos quisieron venir a acompañarla.

—¿Y te dejaste chantajear de esa manera?—se burla de mi.

—No tuve mas opcion, fue valiente desafiandome.

—Ella sabe que eres Thanos—sacudo la cabeza.

—Si te das cuenta—dice mi hermano—, acabas de traer a tres sobrenaturales a nuestras tierras. ¿Sabes qué implicaciones puede tener eso?

—Era eso, o se mataba—le digo recordando su valentia y en ese momento supe que esa chica era diferente.

Me encanta maldicion, me pone demasiado su actitud.

—Entonces, ¿cómo se llama la chica?—pregunto a Kaelos.

—Creo que se llama Amira—respondo serio

Pienso que es un nombre lindo, además de que la chica es hermosa. pero es mi enemiga y no esta aqui para gustarme, sino para hacer su trabajo y despues morir como toda su raza.

—¿Qué poderes tienen los hermanos de Amira? —pregunto a Kaelos, tratando de enfocarme en el tema en cuestión.

—Amira tiene el poder de la sanación, que es lo que necesitamos—responde Kaelos—. Su hermano Gael, el poder del fuego, y la rebelde Maria, manipula el viento.

Me quedo pensativo por un momento, considerando las implicaciones de esos poderes.

—Interesante—digo finalmente—. Podrían ser útiles para nuestros propósitos.

Kaelos se acerca a la ventana de la oficina, mirando hacia afuera con una expresión pensativa.

—¿Qué es lo que piensas hacer finalmente, Thane?—pregunta, sin volverse hacia mí.

Me tomo un momento para reflexionar, bebiendo un sorbo de mi trago mientras pienso en la situación.

—Hablaré con la chica con calma—digo finalmente—. Porque evidentemente nos odia.

Kaelos asiente con la cabeza, sin dejar de mirar por la ventana.

—Tiene razón—dice—. Hemos acabado prácticamente con todos los que son como ellos. No hay muchos que se atrevan a enfrentarnos.

Me levanto de mi silla y me acerco a la barra de la oficina, sirviéndome otro trago.

—Y no nos vamos a detener—digo, con una sonrisa fría—. Sin embargo, al requerir de los servicios de esta chica, creo que no nos va a quedar otra opción sino negociar.

Kaelos se vuelve hacia mí, con una ceja levantada.

—La chica fue clara—dice—. No quiere que sigamos tocando a su manada ni a su familia.

Asiento con la cabeza, pero aqui no se hace lo que ella diga, sino lo que yo quiero.

—Pero entonces, después de que haga lo que tenga que hacer, acabamos con su vida—digo, con una sonrisa cruel.

Kaelos asiente con la cabeza, sin mostrar ninguna emoción.

—Sí, eso es lo que habíamos acordado—dice.

Me río suavemente, recordando la conversación que tuve con ella antes.

Me tomo otro sorbo de mi trago, sintiendo una sensación de satisfacción. Sí, sé que las promesas se hacen para romperse, y que la palabra de un alfa no vale nada cuando se trata de lograr nuestros objetivos.

Kaelos se mueve por la oficina, caminando hacia la chimenea y mirando las llamas que arden en ella.

—¿Crees que ella esté dispuesta a hacer lo que le pidamos? —pregunta, sin volverse hacia mí.

Me encojo de hombros, sintiendo una sensación de duda.

—No lo sé—admito—. Pero estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarme de que lo haga.

—Sí, creo que todos estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario—dice.

Me acerco a la ventana y miro hacia afuera, viendo el panorama que se extiende ante nosotros.

—La cuestión es—digo—, ¿qué estamos dispuestos a ofrecerle a cambio de su cooperación?

Kaelos se vuelve hacia mí y lo miro, porque es algo que debemos pensar con cautela, porque no es una chica facil de engañar.

—Creo que eso es algo que podemos discutir—dice—. Pero estoy seguro de que podemos encontrar algo que la motive.

—Sí, estoy seguro de que podemos—digo.

—¿Qué crees que sea lo que más quiere? —pregunta.

—Creo que quiere la seguridad de su familia—digo finalmente—. Y la libertad de vivir su vida sin temor a nosotros.

—Sí, creo que tienes razón—dice—. Pero ¿estamos dispuestos a darle eso?

No, no es algo que pueda darle, porque nadie de su especie debe permanecer viva.

—Ella hará lo que le ordenemos—digo, sin dejar lugar a dudas—. No hay negociación, no hay tregua. Solo obediencia.

Kaelos asiente con la cabeza, sin mostrar ninguna emoción. Su rostro es una máscara de piedra, impenetrable.

—¿Crees que ella esté dispuesta a hacerlo? —pregunta, con una voz que no deja lugar a la esperanza.

Me encojo de hombros, indiferente La vida de los demás no vale nada para mí.

—No importa si está dispuesta o no—digo, con una sonrisa cruel—. Ella hará lo que le ordenemos. O sufrirá las consecuencias.

Kaelos asiente con la cabeza, sin dejar de mirarme. Su mirada es como un peso que me aplasta, sin piedad.

La reunión se prolonga durante casi dos horas, en las que se discuten todos los detalles de la situación actual de las manadas y los rumores que están circulando. Debo acabar con esos rumores antes de que se expandan, porque si llegan a oídos de los que buscan derrocarme, estaré en grave peligro. Siempre he sido un objetivo para aquellos que codician mi poder, y no puedo permitir que me vean débil.

Una vez que la reunión termina y mi hermano Kaelos se retira, me quedo solo en mi oficina. No puedo dejar de pensar en la mirada de Amira, en su belleza y en el poder que emanaba de ella. A pesar de su fragilidad aparente, es evidente que es una mujer muy fuerte, con un poder que no poseía ningún otro. Y para mí, eso la convierte en un arma muy poderosa.

Me levanto y me sirvo otro trago, mientras reflexiono sobre mi situación. Como alfa supremo, soy responsable de manejar a los cuatro alfas de todo el reino, desde el Sur hasta el Norte y el Occidente. Yo mismo gobierno el reino central, con mi hermano Kaelos como mi segundo al mando. La pérdida de mis otros dos hermanos a manos de los sobrenaturales había sido un golpe duro, y ahora me encuentro con que una de las criaturas que más deseo está en mi poder.

Pero es imposible que un alfa como yo esté con una sobrenatural como Amira. La política y las leyes de mi mundo no lo permiten. Sin embargo, no puedo evitar sentir una atracción hacia ella, una atracción que podría convertirse en un problema si no la manejo con cuidado.

Me quedo mirando por la ventana, perdido en mis pensamientos, mientras la oscuridad de la noche parece cerrarse sobre mí. La ciudad está en silencio, pero yo sé que la calma es solo superficial. Debajo de la superficie, las aguas están agitadas, y yo debo estar preparado para enfrentar cualquier desafío que se presente. Y Amira es solo el comienzo.

Tomo un sorbo de mi trago, sintiendo el sabor amargo del whisky en mi garganta. Mi mente está llena de pensamientos contradictorios, pero una cosa es segura: Amira será una herramienta valiosa para mí, y haré lo que sea necesario para asegurarme de que esté bajo mi control.

Llamo a una de las empleadas y le doy instrucciones precisas.

—Necesito que prepares un banquete—le digo, con una sonrisa que sugiere que no aceptaré excusas.

La empleada asiente con la cabeza, sin mostrar ninguna emoción.

—¿Para cuántas personas, señor?—pregunta, con una voz suave y respetuosa.

—Solo para dos—respondo, pensando en la cena que compartiré con Amira—. Asegúrate de que sea algo especial.

La empleada asiente de nuevo.

—¿Necesita algo más, señor?—pregunta, mientras anota mis instrucciones en un cuaderno.

—Sí—digo, con una mirada seria—. Quiero que estés pendiente de Amira. Asegúrate de que tenga todo lo que necesita y de que esté bien atendida. Pero no puede salir de su habitación, ¿entendido?

La empleada asiente con la cabeza.

—Sí, señor. ¿Algo más? —pregunta, mientras mira hacia arriba con una expresión atenta.

—Sí—digo, con una sonrisa—. Quiero que le den ropa adecuada para esta noche. Va a cenar conmigo, y quiero que esté presentable.

—Sí, señor. Me aseguraré de que todo esté listo.

Me quedo mirándola mientras se retira, pensando en la cena que se avecina. Amira será una compañía interesante, sin duda. Y tal vez, solo tal vez, pueda disfrutar de su presencia más allá de la cena.

Aunque seamos enemigos a muerte, tengo que reconocer la belleza detrás de todo lo que nos separa.

Es una belleza letal, pero una que me muero por morder.

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