65. Ella sigue ahí afuera.
El sótano apesta a humedad y a desesperación.
Las cadenas me mantienen inmóvil, frías y pesadas contra mi piel. He intentado romperlas. He intentado arrancarlas, desgarrarlas con mis propias fauces, pero están hechas para contenernos. Son gruesas, forjadas con el metal que la manada reserva para los traidores.
Y ahora, eso es lo que soy.
Traidor.
Natan se aseguró de que todos lo creyeran. No importa que yo haya liderado la manada toda mi vida, no importa que haya peleado, sangrado y matado por ellos. Ahora soy solo un perro encadenado.
Pero Rita…
Ella sigue ahí afuera.
No sé qué están haciendo con ella. No sé qué ha decidido Natan. Sé que no va a matarla de inmediato. No, no después de lo que pasó. Ahora, su orgullo está herido. Ahora, quiere hacerme sufrir.
Y lo está logrando.
Cierro los ojos, intentando respirar, intentando contener la rabia que amenaza con desbordarme. Mi cuerpo está roto. Me duele hasta la médula. Pero nada duele más que saber que ella está allá arriba, sola, rode