64. Tú o ella.
Natan se planta frente a mí, su forma de lobo irradiando un poder que no había visto antes. Su pelaje negro se eriza bajo la luna llena, su hocico arrugado en una mueca de desprecio. A su alrededor, la manada espera, expectante. Algunos tienen los ojos clavados en mí, otros en Rita. Y yo sé lo que están pensando.
No es solo un sacrificio. Es una advertencia.
Mi respiración es un gruñido bajo en mi garganta. Estoy herido, agotado, pero no voy a darles el placer de verme caer sin pelear. Natan quiere que elija. Mi vida o la de Rita. Pero lo que no entiende es que no hay elección posible. Sin ella, ya estoy muerto.
Rita tiembla, pero no por miedo. La veo alzar la cabeza, desafiante, mirándome con esos ojos que nunca han dejado de pelear. No me dejes, parecen decirme, aunque no pronuncia una palabra. Y no lo haré.
—No hay elección, Natan —gruño, forzando mi cuerpo a mantenerse en pie—. No voy a dejar que la toquen.
Natan suelta un bufido y se acerca, sus ojos brillando como brasas. Se mue