LISA
Llego a la oficina con unas notorias ojeras; anoche no dormí absolutamente nada por terminar lo que el imbécil del señor García pedía, aunque no entiendo su capricho, ya que todo lo que le había dado estaba bien.
- Señorita Molina, espero tenga lo que le pedí hoy - tomo aire tratando de controlar mi furia.
- Aquí tiene, señor García - le extiendo la carpeta y este la toma de mala gana.
- Los revisaré. Ahora, tenga estos análisis, revíselos, y espero que esta vez sí lo haga bien - llego a mi oficina y doy un fuerte portazo, con ganas de acabar con todo lo que hay a mi alrededor, pero el sonido de mi celular interrumpe mis pensamientos destructivos.
- Hola, Salva.
- ¿Ya te has olvidado de los amigos?
- No, ¿cómo crees? Es que aquí hay mucho trabajo y... - en ese momento me llega un fuerte mareo, haciendo que me tenga que agarrar con fuerza del escritorio.
- ¿Lisa, todo bien? - trato de recobrar la compostura.
- Sí, estoy bien. Mejor cuéntame, ¿cómo estás tú?
- Extrañándote. ¿Cuándo