Capítulo 44
El deseo carnal de Erick
El aire olía a tierra húmeda y a hojas frescas. El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando los soldados de Selmorra se alineaban en la explanada, cada uno ocupado en sus tareas mientras la guardia de la mañana se organizaba. Erick se mantenía apartado, de pie junto al límite del bosque, las manos detrás de la espalda y la mirada fija en un punto indefinido entre los árboles.
Bastian lo observaba en silencio desde hacía varios minutos. Lo conocía lo suficiente como para notar la rigidez en su postura, el apretón constante en su mandíbula, la tensión que vibraba como una cuerda tensa bajo su piel. Finalmente se acercó, sin necesidad de decir mucho para que Erick supiera que estaba allí.
—No has dormido, ¿verdad? —preguntó Bastian con suavidad.
—Dormí lo necesario —respondió Erick, sin mirarlo. Su voz seguía firme, pero menos contenida que de costumbre.
—No tienes por qué estar aquí tan temprano, Bastian —dijo Erick, con la vista clavada en el ma