| SEGUNDA PARTE | 28. El amor no conoce de límites, pero la locura tampoco.

Gia

El rumor de mis pensamientos

Los débiles latidos de mi corazón.

Carlo Ferragni lo controlaba todo de mí, incluso el aire que respiraba.

Ese hombre se había convertido en el único dueño de mis suspiros y no había nada que yo pudiese hacer al respecto para evitarlo.

Estaba destinada a amarle. Estaba destinada a él de por vida, incluso cuando él era un perfecto hombre de la mafia y yo había sido demasiado ingenua en creer que el mundo que nos rodeaba no nos alcanzaría.

Dos semanas.

Si, dos semanas era el tiempo que había pasado desde la última vez que le vi o si quiera escuchó el rumor de su voz.

Mi cuerpo aflojándose en sus brazos que temblaban.

Su aliento acariciándome la cara.

Mi nombre naciendo de sus labios.

Dios mío…

Dos semanas. No era demasiado tiempo, pero de alguna forma se sentía como una eternidad.

Suspiré y me abracé el torso. La panorámica que obtenía desde la ventana de mi habitación era realmente extraordinaria. Una densa y espesa nieve que cobijaba roma y todo lo que
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