27. Demasiado cruel

Carlo

Experimenté la horrible sensación de ver como su cuerpo se aflojaba entre mis brazos, como sus pies tocaban el suelo pero este no era capaz de sostener su propio peso.

Noté, incluso, como una sola lágrima se deslizaba y perfilaba su rostro.

Llamé varias veces a su nombre, pero ella no reaccionó; tan dolo se dejó ir en mis brazos sabiendo que yo no la dejaría caer.

Me arrodillé en el suelo con ella, aparté un mechón de su frente le besé la sien. Un instante después, era yo quien sollozaba.

—Gia, mi amor… —la estreché contra mí y caí en cuenta que aquella probablemente sería la última vez que nos tendríamos de ese modo.

Así que besé sus labios y me aseguré de guardar ese momento para siempre, aunque fuese de lo más desastroso.

. . .

Mauro

Fue el llanto y la histeria del momento lo que nos advirtió a todos.

Fue mi nombre enterrado en la voz ahogada de mi hermano lo que me obligó a contemplar la escena, y, aunque hubiese podido cerrado los ojos, habría sido un acto completamente inú
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