Capítulo 32. Migas de pan

Vicky

La luz que se filtra por la ventana y da justo en mi rostro me incomoda y trato de cubrir mis ojos con mi mano, pero, cuando intento levantarla de la cama, siento un tirón que me impide moverla por completo. Abro uno de mis ojos, mientras trato de adaptarme a la luz matutina, y lo que veo me deja sin aliento; me hace sentir aún peor de lo que ya me sentía y por un momento solo pienso en desaparecer y dejar atrás mi sufrimiento y el de las personas que deben soportar mi odioso estado de humor.

Isaac se aferra a mi mano desde su lugar. Aún se encuentra sentado sobre la alfombra que cubre el piso y su cuerpo de medio lado está recargado de la orilla de mi cama. El cansancio debió vencerlo, pero no se apartó en toda la noche de mi lado.

—Isaac… —Doy un leve apretón a su mano para despertarlo, pero no reacciona de inmediato—. Isaac… —repito.

—Mmm… —balbucea soñoliento—. ¿Estás bien? —pregunta, abriendo sus ojos con espanto de un segundo a otro.

—Sí —respondo no muy segura, queriendo
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